Entre el 07 de julio y el 27 de septiembre de 1906, murieron diariamente trabajadores chilotes en el Bajo Baker. Enganchados por agentes de la Compañía Explotadora del Baker, para una temporada de 6 meses de trabajo que no debía ser diferente a las anteriores, se vieron abandonados a su suerte, sin alimento suficiente para más de 200 obreros. Poco a poco se desató la tragedia. La escacez de alimento habría sido la causa principal. Brota el escorbuto, por falta de vitamina C en los restos de alimentos que quedan; y según datos no confirmados todavía, una enfermedad asociada se desata también: la disentería.
Desde Bajo Pisagua debieron haber salido en junio de aquel año, pero no fue hasta el 27 de septiembre que los sobrevivientes se embarcaron en el vapor Araucanía.
¿Por qué esta demora? Se habla de un vapor que habría salido desde Punta Arenas, pero que naufragó. Su nombre SA Valdivia. En los registros de tragedias marineras, el nombre de este vapor no está inscrito. Es una incógnita su existencia. Se habla de una gestión en Talcahuano para que un barco saliera de allí a buscar a los trabajadores, pero que el terremoto del 16 de agosto de 1906, habría movilizado los barcos hacia Valparaíso. Pero hemos comprobado que después del terremoto los viajes entre Valparaíso y Puerto Montt al menos, continuaron con cierta regularidad.
¿Qué ocurrió entonces?
30 julio 2013
24 julio 2013
El vapor que devolvió a la vida a los hacheros sobrevivientes de Bajo Pisagua: 1906
Se llamaba "Araucanía" el vapor que desvió su ruta para internarse por el Canal Baker, con el objetivo de embarcar a los hacheros chilotes que se encontraban abandonados allí desde junio de 1906. Su capitán era Guillermo Titus. Este vapor era de propiedad de la empresa Braun y Blanchard, y realizó dicho viaje contratado por la Compañía Explotadora del Baker.
Cuando el Araucanía llegó a Bajo Pisagua, se encontró con un panorama desolador: cerca de 60 trabajadores habían muerto ya. Subieron a todos los sobrevivientes, los que se hacinaron en una bodega del barco, tanto enfermos como sanos. No bien habían embarcado, dos obreros más mueren.
El "Araucanía" emprendió viaje al Norte lo más rápido posible y a fines de septiembre de 1906 recalaba en Dalcahue (puerto no habilitado para embarcaciones mayores), donde bajaron los trabajadores sobrevivientes, ya que la mayoría era de los alrededores. Luego siguió viaje a Ancud, puerto en el que la nave es sometida a una desinfección profunda, para no dejar rastros de escorbuto, disentería u otra enfermedad que los obreros pudiesen haber portado.
15 julio 2013
Carlos Flach sigue dando sorpresas
Al encender el computador esta mañana, la sorpresa fue magnífica. En mi cuenta de correo apareció un mail que esperaba desde hace días. Por último -pensaba- vale un lacónico acuse de recibo diciendo que lamentablemente nada podía aportar a la investigación.
Pero el correo estaba allí, lleno de nuevos antecedentes sobre Carlos Flach o Von Flack como prefirió ser conocido acá en Chile y en Patagonia. Es una sobrina del personaje que investigo, una anciana sueca que logré contactar gracias a la colaboración de una conciudadana suya y familiar lejano, a la que había yo escrito patudamente hace algunas semanas atrás, sin mayores pretensiones, sólo jugando con el azar.
Así supe que a los 20 años Carlos Flach había recibido de su padre un boleto en barco, solo de ida, a Sudamérica, pues se había convertido en un dolor de cabeza para el viejo Sigismund quien deseaba que sus hijos progresaran en el trabajo y Carlos sólo buscaba la buena vida.
Y supe que conoció a su futura esposa tempranamente, con la que convivio al parecer antes de matrimoniarse, lo que habla a las claras de una vida al filo de las reglas de la aristocracia criolla.
La misión ahora, a petición de la sobrina de Carlos, es ubicar información del hijo de este antagonista de la historia aysenina. De nombre Raoul, este hijo se habría casado con una sudamericana de nombre Ema Díaz (no se sabe si es chilena o de otra nacionalidad).
La historia de Carlos Flach, lejos de cerrarse, depara nuevas sorpresas.
Pero el correo estaba allí, lleno de nuevos antecedentes sobre Carlos Flach o Von Flack como prefirió ser conocido acá en Chile y en Patagonia. Es una sobrina del personaje que investigo, una anciana sueca que logré contactar gracias a la colaboración de una conciudadana suya y familiar lejano, a la que había yo escrito patudamente hace algunas semanas atrás, sin mayores pretensiones, sólo jugando con el azar.
Así supe que a los 20 años Carlos Flach había recibido de su padre un boleto en barco, solo de ida, a Sudamérica, pues se había convertido en un dolor de cabeza para el viejo Sigismund quien deseaba que sus hijos progresaran en el trabajo y Carlos sólo buscaba la buena vida.
Y supe que conoció a su futura esposa tempranamente, con la que convivio al parecer antes de matrimoniarse, lo que habla a las claras de una vida al filo de las reglas de la aristocracia criolla.
La misión ahora, a petición de la sobrina de Carlos, es ubicar información del hijo de este antagonista de la historia aysenina. De nombre Raoul, este hijo se habría casado con una sudamericana de nombre Ema Díaz (no se sabe si es chilena o de otra nacionalidad).
La historia de Carlos Flach, lejos de cerrarse, depara nuevas sorpresas.
11 julio 2013
AISEN Entre dos Culturas
Francisco Mena L. y Mauricio Osorio P.
(Artículo escrito a fines de 2010)
En el breve lapso de veinte años,
Aisén ha cambiado tanto que las reflexiones publicadas entonces, donde se veía
a la cultura de Aisén como producto del aislamiento, merecen ser analizadas críticamente
desde la perspectiva del presente. Si las reflexiones de aquella época ofrecían
también un resumen muy somero de la historia humana del territorio en el siglo
XX, este artículo provee además una oportunidad de hacer una historia de las
últimas décadas de ese siglo y la primera de éste a la vez que reflexionar
sobre el impacto de la conectividad en la identidad regional.[1]
De una cultura del aislamiento y de
familias autónomas, pareciera que se ha pasado a una cultura de las
comunicaciones globales donde gran parte de la actividad humana se entiende
inserta en un marco planetario, desde grandes empresas que crían y
comercializan salmones destinados principalmente al mercado europeo hasta
pequeños empresarios turísticos que dependen fundamentalmente de visitantes de
esas nacionalidades.
Las comunicaciones, el transporte o
como se dice hoy la “Conectividad”, es
un ejemplo típico de proceso sinérgico y acelerado, en el que diferentes
variables (ej. empresas productivas
privadas, aumento poblacional, servicios
públicos, telecomunicaciones, turismo) se alimentan unas a otras en una
verdadera escalada. Con fines netamente
operacionales -y ya que antes caracterizamos la cultura de Aisén por el
aislamiento- hemos optado por enfocarnos en
esta variable, pese a que puede considerarse una variable “forzante”,
que en gran medida determina a otras que luego la refuerzan y actúan sobre ella.
Esta rápida transformación –que ya
se veía venir cuando escribimos hace veinte años- no ha estado exenta de
contradicciones y curiosamente, son los recién llegados y la juventud quienes
suelen representar a “la tradición” mientras que los mayores suelen expresar su
desconcierto, divididos entre sus viejas costumbres y la promesa del “progreso”
y la superación de las penurias del aislamiento.
A principios de los años setenta la
Región estaba prácticamente incomunicada. Había un vuelo semanal entre
Coyhaique y Puerto Montt y una barcaza
comunicaba cada semana por mar Puerto Chacabuco y Puerto Montt o Quellón en la
X Región[2].
Las comunicaciones internas, por su parte, se hacían fundamentalmente en
aviones menores. Fue la comunicación aeronáutica con el exterior la que definió
la habilitación del aeropuerto de Balmaceda (inaugurado en 1969) y el eventual
reemplazo del aeródromo Teniente Vidal[3].
Hoy hay dos líneas aéreas que atienden la Región, con un promedio de tres vuelos diarios.
Uno de los factores más importantes
del cambio sociocultural en la región está
representado por la construcción de la Carretera Austral cuya concepción fue
temprana,[4]
pero que comenzó a concretarse a mediados de los setenta del siglo pasado. En
1976 el Ministerio de Obras Públicas dinamiza esta obra, comenzando en 1978 por
varios frentes e inaugurando en 1982 el tramo principal en su parte norte,
entre Coyhaique y Chaitén. El tramo sur se abrió recién al tráfico hasta
Cochrane en 1990, anexando Villa O’Higgins en 1999. En la medida que existían
ramales transversales (Ej. La Tapera-Alto Río Cisnes-Argentina; Mañihuales-Puerto
Aysén; Puerto Aysén-Coyhaique-Coyhaique Alto; valle Chacabuco-Guadal) se fueron
incorporando al trazado principal, en cambio otros se hicieron después (ej.
Tortel a fines del año 2003, Marín
Balmaceda el 2009, Bahía Exploradores aún por finalizar).
Aunque la Carretera Austral
contribuyó notablemente a mejorar el tránsito terrestre entre localidades de la
Región, la comunicación con el resto del país siguió dependiendo
fundamentalmente del tráfico naviero y aéreo[5].
Otro factor que hay que considerar
en el proceso de cambios que ha experimentado la cultura aisenina -que antes podía
definirse por el aislamiento-, han sido las comunicaciones. En el principio, el
gran elemento unificador fue la radio, aunque se escuchaban fundamentalmente
emisoras argentinas. La creación en 1960 de Radio Patagonia Chilena puede
considerarse un “hito” importante en la historia de la conectividad aisenina,
ya que –a diferencia de tantas otras iniciativas que emergieron y luego
desaparecieron- sigue vigente en la actualidad, aunque muchas de sus antiguas
funciones (ej. mensajes personales) hoy son desempeñadas por medios como la
telefonía o Internet. Once años más tarde surgió Radio Aysén (Puerto Aysén) y debieron pasar otros ocho
años para que surgieran casi
simultáneamente en Coyhaique las radios Santa María y Ventisqueros. Pero en los
ochenta surge una verdadera red de radios menores (en su mayoría radios FM
fundadas por el Padre Antonio Ronchi[6]) y
en los noventa se crean una cantidad de emisoras hasta en las localidades más
apartadas (muchas de ellas proyectos comunitarios financiados por las
municipalidades o el Gobierno Regional y otras empresas privadas FM).
Si hay que identificar a una
persona que definió como un servicio primordial mejorar la red de
comunicaciones, esa persona es el padre Ronchi, pero –aunque innegable- su
importancia en el desarrollo de la televisión rural habría sido imposible sin
la voluntad del gobierno de traer Televisión Nacional, primero en latas de cine
transmitidas en diferido, para luego llegar a crear un canal regional en los
ochenta.[7] La
coyuntura aprovechada por el padre Ronchi fue precisamente la decisión de
Televisión Nacional de abaratar costos desarmando el canal local, para comenzar
a transmitir vía satélite. Aunque en principio se contrató un satélite lejano y
se requería una antena prohibitivamente grande, la decisión de cambiarse a un
satélite más cercano abrió la oportunidad de instalar pequeñas antenas parabólicas que permitían tener acceso a la
televisión a comunidades que jamás lo habían soñado (y que hasta entonces, a lo
más, se beneficiaban de un pasapelículas en casa de algún profesor conectado a
varios televisores en el pueblo). En esta “ventana” entre la contratación de un
satélite cercano (1988) y la
codificación digital de la señal de TVN (1991) se instalaron una veintena de pequeños
canales locales, los cuales debieron limitarse posteriormente a ver la señal
del canal mexicano Eco, el único libre de codificación al alcance. Esta
situación motivó la donación por parte del gobierno de la época de decodificadores
(1994) y –al igual que en lo referente a otros medios de comunicación y/o
transporte- se produce entonces una verdadera “avalancha” de canales de
televisión.[8]
Aunque la radio satisfacía en parte
esa necesidad, ha sido en el plano de la telefonía y en menor medida Internet
donde las comunicaciones personales han experimentado mayor desarrollo. Algunas
de estas tecnologías son recientes y han tenido en todo el mundo un crecimiento
explosivo,[9]
pero es notable que entre los primeros teléfonos que llegaron a la Región (1918)
y la creación de una primera red domiciliaria (1960) transcurrieron varias
décadas y sin embargo bastaron sólo siete años para que el teléfono celular
pasara de ser un ítem escaso (1992) a la existencia de más de siete mil unidades
(1999) y una red que da servicios a comunidades tan distantes como Puerto
Ibáñez, Chile Chico o Cochrane. Incluso los pobladores de localidades ajenas a
esta red (ej. Caleta Tortel, Lago Verde
o Villa O’Higgins) han adquirido estos aparatos para comunicarse cuando visitan
localidades con acceso a este tipo de señal.[10]
Igual de explosiva ha sido la
masificación de Internet, que llegó por primera vez a la región a principios de
los noventa y actualmente sirve a más de
cuatro mil computadores, muchos de ellos unidades domésticas. Es interesante
señalar que hoy se ofrece Internet por cable telefónico (con y sin extensión
wi-fi), móvil (telefonía celular), vía estaciones de microondas y satelital,
solución esta última que ha permitido gozar de este servicio a localidades que
ni siquiera cuentan con telefonía, si bien es cierto que limitadas a unos pocos
recintos como son las bibliotecas públicas. Este sector de las comunicaciones
se ha desarrollado de modo paradójico, pues es clara la explosión de usuarios,
no así de abonados. El decrecimiento de la telefonía fija por una parte y la
implementación de servicios gratuitos y señales wi-fi públicas por otra,
explican esta situación. [11]
Este acelerado desarrollo de los
transportes y comunicaciones -tras un largo periodo de lentos avances y
frecuentes retrocesos- ha venido aparejado de un aumento explosivo del turismo,
la compra de tierras por extranjeros, la instalación de nuevas empresas
productivas (ej. salmoneras) y otros muchos desarrollos (aumento concentración
urbana, nuevos servicios y comercios, incluyendo universidades y especialidades
médicas). Por lo demás -como hemos dicho- este proceso no es privativo de
Aisén, ya que ha coincidido en gran medida con el fenómeno planetario de la
globalización y el desarrollo acelerado de las tecnologías de la comunicación
y la informática. El hecho innegable es
que en veinte años la conectividad de la Región ha cambiado y ya no se
justifica reducir sus factores culturales al “aislamiento”. Quizás este mismo
cambio acelerado responda al oportunismo
y flexibilidad que siempre ha caracterizado al hombre y mujer aiseninos:
autónomos y preocupados solo del presente. Las dicotomías maniqueas (ej.
jóvenes tradicionalistas vs. viejos modernistas; lugareños que miran hacia fuera
vs. extranjeros que miran hacia dentro) pueden ser un buen recurso para hacer
política o periodismo sensacionalista, pero no son más que una burda
simplificación en una región donde la mayoría de la gente está internamente
dividida, viendo tanto las ventajas como los problemas asociados a los cambios.
Aislamiento y Resistencia
El conflicto entre
modernidad/globalización y tradición/aislamiento se hace manifiesto en diversos
sectores de la actividad regional. El caso de la industria salmonera es particularmente
interesante puesto que si bien ha constituido un factor potente de cambio en
las prácticas e ideas culturales de los aiseninos, ha sido de alguna manera
“incorporado” a los modos de vida del litoral, sin provocar graves conflictos.
Por un lado el hecho de afectar un territorio litoraleño que al parecer no
forma parte de las narrativas de identidad dominantes a nivel regional y por
otro, el hecho de suceder en un espacio remoto hasta la invisibilidad, han
permitido que la industria salmonera se desarrolle con relativo éxito.
En cambio, el proyecto de represar
los ríos Baker y Pascua representa de un modo extremo el conflicto entre
tradición y globalización. Sin duda, la difusión de un modo de vida basado en
megaproyectos productivos a toda la Región así como un tendido de alta tensión
atenta contra las narrativas identitarias dominantes y es incompatible con un
modelo de futuro basado en el turismo y/o el fomento de una cultura
tradicional. Por ello, para muchos habitantes de la Región la única manera de confrontar
esta propuesta es dejar de lado los matices y tomar partido, pero es muy
probable que la mayoría de los aiseninos no vea esta oposición violenta entre
la conservación de los paisajes y tradiciones campesinas, por un lado y las
comodidades del “progreso”, por otro.
Si
bien podemos hablar de una “cultura del aislamiento” para referirnos a
las costumbres y valores tradicionales que dominaron la emergencia y desarrollo
de Aisén, hoy debiésemos hablar de una cultura cuya característica es una
peculiar postura ante la “globalización” a la que podríamos tal vez llamar
“cultura de la resistencia”. Aunque no necesariamente mayoritaria ni dominante
(difícilmente incluiríamos en ella a la mayoría de las autoridades políticas…)
esta es la postura más articulada, autoconsciente y vocal. Como revela un
reciente estudio sobre “Identidad Regional” (2010) esta “cultura de la
resistencia” representa a un número creciente de jóvenes que –nacidos y criados
en Aisén- tienen la oportunidad de visitar otras regiones del país
(generalmente para seguir estudios universitarios) y han vuelto decididos a
defender su Región de los supuestos “avances” asociados a la “modernización” e
inserción globales. Convencidos de que se puede aprender de lo vivido en otras
partes sin necesidad de pasar por el mismo proceso, este grupo critica al
“sistema” y cimenta su identidad en valores y prácticas tradicionales, como la
cercanía a la naturaleza, el compartir el mate o jugar al truco. Por su común
oposición al proyecto de las megarepresas, suele asociarse a este grupo con los
ecologistas extremos, muchos de ellos extranjeros que participan de una cultura
planetaria que privilegia la naturaleza y suele no estar interesada en las
tradiciones campesinas de Aisén.
Junto a esta “cultura de la
resistencia”, sin embargo, existen otras actitudes hacia la “globalización” y
conectividad. Sin duda observamos todavía la antigua “cultura del aislamiento”
aunque es francamente minoritaria y en retirada. Tan importante como ella
parece ser una actitud abierta al modernismo e interesada en que Aisén
participe plenamente de los fenómenos de la “globalización” (ej. tecnología,
comunicaciones).[12]
¿Fatalidad o realismo?
Como hemos señalado, sin embargo,
esta dicotomía entre tradicionalistas y modernistas, es una imagen falsa,
puesto que la mayoría de los habitantes de Aisén parecen estar divididos al
respecto. De hecho, el aislamiento y la toma de decisiones independientes
propia de las familias autónomas ha definido tradicionalmente una actitud más bien
“realista”, en la que se toma caso a caso lo que se estima útil, sin que primen
decisiones teóricas generales del tipo “todo o nada” (partidarios de la
modernización o de las tradiciones siempre). A riesgo de sonar “fatalistas”,
esta característica propia de una historia de relativo aislamiento y autonomía
no parecería una actitud viable frente a megaproyectos, que o son gigantes o no
se financian y, por ende, no son. Por otro lado, el turismo regional se
sustenta en gran parte en la visión romántica de un “halo” de lo remoto,
prístino e inexplorado y una sola represa o una planta industrial –aunque fuera
invisible y “en el valle de al lado”-
perjudica todo el atractivo de la Región. En estos casos, no es posible
buscar soluciones intermedias como proyectos más chicos compatibles con
emprendimientos turísticos y la mantención de un modo de vida campesino
tradicional.
Enfrentada bruscamente a su
inserción en los mercados globales (que se expanden vertiginosamente
hasta a los lugares más aislados…), la Región encara una dolorosa disyuntiva:
la de los bosques y ríos como paisajes o como recursos. Encara sobre todo el
riesgo de perder su identidad, una identidad que hasta ahora ha estado basada
fundamentalmente en la flexibilidad y el oportunismo, en el equilibrio entre
tradición y cambio.
[1] Este
ensayo se basa en reflexiones previas de los autores expresadas en el artículo “Aisén, espacio y sociedad”
(Revista CA, 1992) y el libro Aysén, matices de una identidad que asoma (2010).
[2] Si bien la primera línea regular de vapores entre
Puerto Montt y Puerto Aisén data de 1939, los primeros vuelos de aun antes
(intento del Tte. Merino Benítez por
crear una línea regular de aviones anfibios en 1929 que se suspendió
transcurridos menos de un año a causa de la caida y muerte de dos tripulantes
en el fiordo Aisén) y el Estado opera a través de la empresa naviera EMPREMAR
desde 1953 en la zona, las iniciativas centrales definieron un desarrollo lento
y errático (ej. hubo años en que se efectuaron dos viajes navieros semanales o
subsidios a embarcaciones por la ruta cordillera, que al año siguiente eran
suspendidos o revitalizados; empresas privadas que navegaban a Magallanes
recalaron intermitentemente en Puerto Aisén o Chacabuco) que pueden
considerarse apenas un factor más en erosionar lentamente una situación de
aislamiento.
[3] Que sin embargo siguió funcionando para vuelos
extraregionales al menos hasta mediados de los años noventa
[4] Ya el Intendente Marchant hablaba del camino
longitudinal durante su primera administración (1928-1931) y el Ministerio de
Obras Públicas contrató especialmente a Augusto Grosse para explorar rutas
terrestres que comunicaran internamente la región, conocimiento que aportó a
concretar posteriormente la idea de una ruta que uniera la región con las
regiones del norte del país.
[5] No existe ninguna línea de
transporte terrestre regular al “norte” o a Santiago que utilice la Carretera
Austral, privilegiando la vía marítima o bien la carretera por Argentina
[6] El año 2002 nace oficialmente la red Madipro,
reuniendo la Radio Santa María y seis emisoras creadas por el Padre Ronchi bajo
el Obispado
[7] La programación pregrabada en latas de cine comenzó en
1971 en Coyhaique y 1972 en Pto. Aysén; en 1985-86 en Chile Chico y Balmaceda.
[8] En 1995 y 1996 llegan a Coyhaique el Canal Trece UC,
Megavisión, Chilevisión, la televisión por cable y satelital
[9] Por lo que no podemos atribuir su desarrollo
regional solo a la necesidad de romper el aislamiento
[10] Mientras la telefonía móvil crece en el periodo
2000-2006 desde un 12% a un 56%, la telefonía fija experimenta un decrecimiento
desde un 42% a un 33%
[11] La
implementación de Internet en casi todas las bibliotecas públicas de la región
ha permitido el acceso a una gran cantidad de usuarios que no son abonados
argumentando como razón principal no poseer computador.
[12] Aunque tiene menos presencia mediática,
tal vez por estar avalada por la empresa privada y gran parte de las
autoridades políticas y otros tomadores de decisiones.
09 julio 2013
Un caso de quiebre cultural
El escenario: ciudad de Coyhaique, un día de invierno muy helado.
(Días antes) Individuo 1 recibe el dato de venta de carne: una vaquilla. Debe decidir si encarga o no un trozo de ese manjar. Se decide: encargo che, costilla con lomo incluido sí.
(El día de la entrega) Individuo 1 recibe llamado para avisarle que llegó la carne, no es vaquilla, es ternera, una "costillita", no una costilla.
-Mañana la retiro che, y dígale al amigo que me aguante el pago unos días.
(El día de buscar la compra) Individuo 1 retira la costillita, y el amigo del contacto lo pone sobre aviso que su lomo no viene adosado a la pieza ¿?
Más tarde individuo 1 pesa la pieza de carne en su pesa electrónica y tiene 6,9 kilogramos de alimento.
Por casualidad se encuentra con el vendedor unas horas después y le comenta que debe pagarle la carne y que esta pesó 6,9 kilogramos.
-Ah, pero no pueh, no era eso el peso -dice el vendedor-.
-Yo la pesé en una pesa electrónica que tengo y eso pesó.
-Pero los muchachos del campo que faenaron me dijeron que pesaba más esa costilla, la otra pesó 10 kilos poh
-No sé yo, mi pesa decía 6,9 kilos.
-Ah, entonces devuélvame la carne nomás.
-Pero ya la desposté.
-No importa, me la devuelve, yo la ofreceré a otra persona por ahí, no quiero tener problemas con los muchachos, ellos me dijeron que eran 10 kilos.
-Bueno, se la devuelvo entonces, pero no son 10 kilos
Alternativas de explicación de este pequeño drama comercial:
a) En el campo, lugar de faenamiento, manejan una pesa de gancho muy mala, pasada en 3 kilos en su medida de peso, lo que obliga a los clientes urbanos a pagar kilos inexistentes.
b) El vendedor, en acuerdo con los faenadores, le calza algunos kilos demás para cobrar su comisión por venta. Los del campo reciben el peso que entregaron en plata, el vendedor recibe su comisión por kilos que no existieron
c) El vendedor en acuerdo con los faenadores debe vender 7 kilos de carne y recibe una comisión por esa venta. A su vez, en su calidad de intermediario, también "cobra" otra comisión al comprador final urbano aumentando kilos a la pieza, kilos inexistentes.
d) Los faenadores se equivocaron, el vendedor debe cobrar lo que se le dijo cobrar. El comprador paga demás por 3 kilos inexistentes.
e) Entre el lugar de faena, donde la pieza pesó 10 kilos, y el lugar de entrega, apareció un cuchillo matrero que se fue de corte con tres kilos de carne en la oscuridad de la noche patagona. El comprador debe pagar demás por 3 kilos inexistentes.
07 julio 2013
Chapalala
Este nombre lo conocí por primera vez en Villa O'Higgins, usado como sobrenombre. Es un apellido Tehuelche. La historia de su uso como sobrenombre se relaciona con esto. La persona a la que se le llamaba así, se la reconocía con un parecido a algun Tehuelche antiguo que llevaba ese apellido y que fue conocido en el área del Mayer tal vez.
Juan Antonio Mencú
Según la base de datos ultraplanetaria de los últimos días, en donde las sorpresas son cotidianas, hay un Juan Antonio Mencú y una Juana Llancúr, casándose en 1831 -más bien reconociendo su matrimonio ante la ley católica de la capilla San Bernardino, en Quilacahuín-. Días antes, la misma pareja se presenta en la misma capilla para inscribir al hijo de nombre Antonio Mencú.
Si el Mencú recordado por los pobladores del Huemúl en 1920, cuando Pomar consulta por los primeros que se asentaron en dicha zona, fuese Juan Antonio, se trataba de un anciano de tal vez 90 años o más, al igual que su esposa Juana, hacia 1901. Si por el contrario, fuese su hijo Antonio, nacido en 1829, también habría sido un anciano -aunque algo más joven-, viviendo junto a su familia e el arroyo del Humo.
06 julio 2013
El hambre de llorar
El hambre de llorar me tiene en los huesos. No lloro hace años ya. O más bien lloro hacia adentro y esa humedad va anegándome, agua sobre agua adentro. Como si ya fuese más del cien por ciento pura agua enlagrimada.
Y por fuera estoy hambriento. A veces la solución está en un paisaje rural donde la soledad pudiese parecerse a un regazo inmenso. Pero las alambradas lo han quemado todo ya.
Y por fuera estoy hambriento. A veces la solución está en un paisaje rural donde la soledad pudiese parecerse a un regazo inmenso. Pero las alambradas lo han quemado todo ya.
04 julio 2013
Qué rastros culturales quedaron de ese poblamiento fantasma
Eso es lo dífícil de descifrar. Rastros que están bajo 20 o más centímetros de tierra. Árboles plantados en pequeñas cañadas, invisibles al ojo inexperto. Sepulturas que parecen chenques o que desaparecieron a nuestra mirada llana.
Hay que buscar con la memoria de lo desconocido, hay que imaginar la realidad para que así ella vuelva y se instale frente a nosotros para sorprendernos con su cotidiano poblamiento anónimo.
03 julio 2013
Otro dato de la memoria oral del Aysén (continuación)
La conversa con el concuñado giraba en torno a para qué uno se enfrascaba investigando un personaje muerto, lejano en el tiempo. Si con eso se ganaba para vivir, o qué se ganaba finalmente. Uno intentaba explicar lo inexplicable para quien debe llevar todos los días las lucas para el puchero. Pero se produjo un instante de quiebre, cuando mencioné que el personaje en investigación había sido protagonista, como el malo de la película en los hechos de Chile Chico, llamados Guerra. Ahí el concuñado quedó unos segundos en silencio y luego conversó sobre su abuela y lo que ella recordaba de la llegada de los antiguos de la familia. Quedó 1902 suspendido en el aire de la casa. Una fecha inexplicada por la historiografía, una fecha que sólo se recuerda como la del "Laudo arbitral".
02 julio 2013
Otro dato desde la memoria oral del Áysen
Las familias que viven el día a día patagón, que en el espacio rural luchan por sostener un imaginario y unas prácticas culturales de cierta edad mítica, recuerdan, siempre recuerdan otras fechas del asentamiento en el territorio. Siempre fechas más antiguas que las escritas.
Hoy nomás, el concuñado se acordaba que los padres de su abuela habían llegado en 1902. Era un dato guardado en la memoria cotidiana, en las conversas de la cocina... 1902 en la ribera sur del gran lago.
Hoy nomás, el concuñado se acordaba que los padres de su abuela habían llegado en 1902. Era un dato guardado en la memoria cotidiana, en las conversas de la cocina... 1902 en la ribera sur del gran lago.
Conexión digital a la memoria del futuro
Llegaba la mujer, tranquila, pero con menos dientes. Nos contaba mientras tomaba el mejor asiento de la habitación, que durante la caída de sus dientes había descubierto una cavidad, justo donde había estado la primera muela a la izquierda, en la cual se alojaba un miniportal bioelectrónico, que al conectarlo a un dispositivo de reproducción, proyectaba imágenes del futuro.
En ese instante -nos decía- había comprendido por qué desde pequeña veía el futuro de su comunidad.
01 julio 2013
San Bernardino una antigua misión Franciscana de 1794
En el sector de Quilacahuín, cercano a la confluencia de los ríos Bueno y Rahue, los franciscanos instalaron en 1794 una misión permanente a la que llamaron San Bernardino. Era parte de una estrategia mayor de la corona española para abrirse paso mediante un frente evangelizador entre los hulliches de los llanos y de la costa, para comunicar al enclave hispano de Chiloé y sacarlo de su aislamiento perenne.
El origen estaba en San Bernardino, Quilacahuín
De ahí provienen varios pobladores huilliche que ocuparon el valle Simpson a principios del s. XX y que se los ha presentado o solos (Mencu) o ambiguamente relacionados (Hueitra, Paisil, Catricura).
La hipótesis nuestra es que llegaron todos juntos, formando una sola unidad multifamiliar, con parentescos de consanguinidad y políticos y acá en el valle Simpson reprodujeron la estructura tradicional (muchulla) con varios hogares (katan) con el objeto de explotar colectivamente el territorio del Huemúl.
Ello muy probablemente hacia fines del s. XIX.
La hipótesis nuestra es que llegaron todos juntos, formando una sola unidad multifamiliar, con parentescos de consanguinidad y políticos y acá en el valle Simpson reprodujeron la estructura tradicional (muchulla) con varios hogares (katan) con el objeto de explotar colectivamente el territorio del Huemúl.
Ello muy probablemente hacia fines del s. XIX.
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