24 febrero 2015

Agriaculturas

En estas tierras hubo resortes vegetales
que estiraron sus nutrientes bajo una tierra socarrada
más y más después del bosque ardido.

Entre la campesinada que le aró su poblamiento
estas huebras se abrieron para crecer
trigos, cebadas, papales coloreados.

Y sin embargo, la hocicada promesa clamó por
pastales bravíos, verdes estivales
o bañados en un oro níveo.

Todo aquello incendió a su vez las semillas
dejando al desamparo el hambre necesaria
y sin errar cálculo

¡Hubrá tierras!
Tierras que alimenten la Patagonia toda
de la mano de estos nuevos climas,
que persuaden la semilla en el austral desierto,
dejando tantos nortes llorar quebrados
hasta la seca lejanía.

¡Hubrá agriaculturas
entre las escarchas pobladoras!
Que encaucen las mesas del futuro

Agriaculturas prodigando resortes vegetales
de génicos traspuestos, estériles
de una sola floreada comida

Si así se nos quiere acariciar la respirada
diaria, invoco nuevos ardores en la tierra
que limpien a partícula completa y retornen

la génica verdadera,
la del zapallo-sol,
la papalma nutritiva,
el lechugal abierto y dichoso
luceros dispuestos a las mesas de hijas, nietos, abuelos nuevos.


Santiago, 24 de febrero 2015

05 febrero 2015

Chinchineros en el Aysen

Estos días en que respiramos apenas, azotados por una ola de calor extremo en el Aysen, una familia chinchinera ha recorrido las calles de Coyhaique. De pronto su ritmo de tambor y platillos, acompañado  a una distancia prudente del organillo, se deja sentir en calle Prat o en el Paseo Roberto Horn, o en alguna de las esquinas de calle Condell, sin antes haber hecho una detención en medio de la Plaza de la ciudad.

Las gentes del pueblo ciudad se agolpan ante el espectáculo, sacan sus celulares y disparan aquí y allá para capturar el momento único del arte chinchinero en el Aysen. Casi todos ríen, disfrutan, alientan, se sorprenden con los giros al ritmo de la ensordecedora melodía chinchinera.

En el Aysen no hay chinchineros, no ha habido al menos como se suele ver en las calles del Chile central. Entonces, ver una familia chinchinera, donde cada miembro hace lo suyo en pos del espectáculo sorprende a todos.

La mujer está a cargo del organillo, el hombre del tambor y los platillos y el pequeño niño chinchinero, de no más de 4 años, carga con un pequeño tambor y platillos siguiendo los pasos de su padre, dando cuenta de sus pequeñas destrezas en el arte chinchinero y presentándonos en vivo la dimensión de este espectáculo, que ha pervivido en Chile porque se traspasa de generación en generación y se practica en familia.

Al terminar el baile de tambores y platillos, un aplauso cerrado se eleva entre las llamas de sol que caen en la ciudad pueblo. Las gentes están maravilladas, ríen y conversan. Nunca antes una familia chinchinera había estado en estas tierras.

03 febrero 2015

Volando

Una vez vi un ave,
volando.
Su pecho acarició
la salada superficie del Yacaf.

Tornó la vista antes de estrellarse
con la marea que volvía.

Quise arrancarme los ojos
para desaguar esa mirada

El ave aleteaba en los roqueríos
y no sabía yo si morir o vivir
en la belleza.

Volando se alejó la marea
quedóse inundada y ciega la esperanza.

Las factorías flotantes bamboleaban,
un vacío millonario las mecía
Un hombre que tal vez arrimaba el alma bajo su capa naranja
lanzaba algo que atrapaban miles de peces encerrados.

El ave dejó de aletear,
pero no de observarme
le sonreí y de este modo, dejó escapar un graznido
que se trepó sobre unos arrayanes.

Allí estaban las huellas de otros tiempos,
parecía que una familia conversaba
la mejor manera de disponer las valvas
luego de darse el primer festín del día.

01 febrero 2015

¿Habían alas en Rayuela?

-Busca la página que te he dicho-…

No la encontré nunca
Pero caí en cuenta que el libro volaba.

Me subí en él

medio triste, medio dormido

y comencé a volar junto a él

usando las corrientes de aire

que ascendían desde sus páginas