Por gusto. Es lo primero que sustenta el trabajo que vengo realizando en Aysén. Gusto por adentrarse y develar los cotidianos del pasado, las contradicciones sociales de comunidades pequeñas, el surgimiento de líderes y luego su sepultación. La dinámica del poder económico que ha modelado el quehacer social, pero no el cultural. La funcionalidad de las estructuras políticas y el servilismo de sus agentes.
Por compromiso conmigo mismo, desde el momento que decido quedarme. Una decisión por lo demás sustentada en razones prácticas de corte económico y social: me pareció grandemente imposible la inserción sociolaboral en la urbe megacapital de la nación. Un terror al fracaso acompañaba mis vigilias aquella década. Entonces, quedarme en este lugar, con visos de paraíso, era una decisión llena de cordura. Volver a la metrópoli un suicidio. Así pensaba y así sigo pensando hoy, con más de 15 años de distancia.
Por la fertilidad de la temática en Patagonia. La combinación antropología/historia es reciente en el contexto de la investigación social de Patagonia. Y me parecía una gran oportunidad abordarla en el contexto aysenino.
Con todo esto, comencé la travesía. Los primeros elementos fueron ciertamente aportados por el trabajo en torno de la artesanía regional. Y de ellos, un libro duerme aún junto a algunos tejidos que tal vez nunca encuentren su término, su vida.
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