(trabajo presentado al VII Congreso chileno de antropología, San Pedro de Atacama, octubre 2010. Publicado en Actas del mismo Congreso.)
Mauricio
Osorio Pefaur
Antropólogo
social
RESUMEN
Las narrativas
históricas al interior de la sociedad aysenina han acuñado el concepto
‘Patagón’ para referir y situar al grupo humano que surge durante el proceso de
poblamiento y reproducción cultural del espacio territorial llamado hoy Región
de Aysén. Se analiza su migración conceptual desde las primeras acepciones
asociadas a los grupos indígenas avistados por navegantes europeos, hacia el
uso actual como descriptor y condensador de la identidad aysenina, permitiendo
así elaborar distinciones narrativas y prácticas sociales que dan soporte a la
diferenciación con otras comunidades que habitan Patagonia (Magallánicos,
Santacruceños, Chubutenses) o Chile (conceptualizado además como otro ‘país’) y
otras naciones extranjeras.
Palabras clave:
'Patagón', Aysén, Identidad, Territorio
El poder de los
nombres, de las denominaciones que asignamos a cosas, seres animados e inertes,
actos y sentimientos, es el poder del lenguaje que crea mundos dentro de los
que él mismo encuentra sentido como relación social que funda y alimenta la
comunicación. Este poder se expresa entre otras formas, en el momento de
pronunciar las palabras que cargan de significado lo que se nombra haciéndolo
inteligible culturalmente.
“El capitán general
llamó a los de este pueblo ‘Patagones’. Todos se visten con la piel de aquel
animal ya dicho [guanaco]. No
tienen casas sino cobertizos de la piel del mismo animal y con ellas se
mueven.” (Antonio Pigafetta, Primer viaje alrededor del mundo. Ed.
Linkgua, 2008)
Nuestro Capitán
llamó a este pueblo patagones. Pasamos en este puerto al que llamamos San
Julián, cinco meses (…)” (Pigafetta, 1520. En
Crónicas de los Patagones, Biblioteca Ayacucho, 2003)
“…y cuando quiso
amanecer vieron más de dos mil patagones o gigantes (este nombre patagón fue un
disparate puesto a esta gente por los cristianos porque tienen grandes pies;
pero no desproporcionados según la altura de sus personas, aunque muy grandes
más que los nuestros)” (Aréizaga, 1526. En
Crónicas de los Patagones, Biblioteca Ayacucho, 2003)
En estos tres
relatos del siglo XVI podemos atisbar el momento de origen de la denominación
“patagones” y una posible explicación sobre su significado. De acuerdo con
Pigafetta, el vocablo fue utilizado por Hernando de Magallanes para designar a
los indígenas que entraron en contacto con su expedición. El término seguiría
utilizándose posteriormente por las demás expediciones que arribaron a las
costas atlánticas y del estrecho de Magallanes.
Sin embargo, el
origen y significado de esta palabra es aún motivo de polémica. La versión más
recurrida, difundida y popularizada en todos los espacios sociales de Patagonia
y fuera de ella es aquella que bien expresa el testimonio de Aréizaga: porque tienen grandes pies, lo que se
asoció además en la construcción imaginaria europea al gigantismo de los
indígenas. Esta versión fue con el tiempo explicada a partir del calzado usado
por los grupos indígenas avistados, cuya impresión en la tierra suelta o la
nieve era prominente, por tratarse de un trozo de cuero que envolvía los pies y
producía entonces una impresión considerable.
Pero hay además
otras dos versiones sobre el origen del vocablo. Una de ellas lo asocia a la
literatura de caballerías de la península ibérica, mientras que la otra, de
corte lingüístico, intenta buscar en el idioma materno del descubridor
Magallanes la fuente original.
Revisemos
someramente la versión fundada en la literatura del siglo XVI. Fue planteada y
defendida por la filóloga argentina María Rosa Lida (1910-1962) y el hispanista
francés Marcel Bataillon (1895-1977), quienes argumentaron que el vocablo habría
surgido del libro de Caballerías Primaleón
(1512), que a decir de estos autores, Magallanes habría leído durante su viaje[1]
[2].
En dicho relato hay un personaje llamado Patagon, descrito como un gigante de
cuerpo humano y cabeza de perro, al que el protagonista debe enfrentar en un
momento de su periplo. Influido por esta imagen de un ser salvaje que habita
fuera de los límites de la cultura, Magallanes cree ver en aquellos extraños
seres que se acercan a la playa (por cierto que a observar aquellas extrañas
figuras sobre el mar) la representación vívida del Patagon literario. Pero los
detractores de la versión no pueden imaginar al Capitán Magallanes como lector,
descartando así la relación entre literatura y realidad austral.
La otra versión,
sitúa el origen del término en el idioma mismo de Magallanes, el portugués,
donde –explican sus defensores- el término “patâo” o “patagâo” significaría
patón y el plural sería patagoes. Entonces lo que habría ocurrido es una mala traducción
por parte de Pigafetta y posteriormente las retraducciones al francés y español
finalizaron la construcción lingüística patagón/patagones. Sin embargo, al
consultar diccionarios actuales portugués-español, nos encontramos con
definiciones distintas a lo planteado[3].
Así, “patâo” significa “pato grande” y “patagâo”, significa “patagón”, subentendiendo
que patagón es una palabra del español. Parece ser que esta versión se desarma
rápidamente. Finalmente cabe consignar que para el portugués actual está el
vocablo “patagónio” que refiere a los habitantes de la Patagonia o a elementos
relativos o pertenecientes a este espacio territorial.
Cual haya sido el
origen (que nosotros tendemos a creer fue el personaje literario Patagon, con
lo que asumimos que Magallanes leyó el libro o al menos conoció de oídas el
relato), la historia, la cartografía e incluso las crónicas producidas entre los
siglos XVI al XIX se encargarían de cimentar el uso de este vocablo, convertido
ahora en un etnonimo apropiado para designar genéricamente a todas las
parcialidades o tribus habitantes del extenso territorio continental sur
austral de América[4], el
que pasaría así a llamarse “Patagonia” o “La Patagonia”.
Ahora bien, ¿cuál
es el territorio patagónico? A continuación una respuesta antigua que parece
plausible, en el concierto actual de delimitaciones, donde cientos buscan extender
sus límites ya sea por intereses identitarios, ya sea sólo por lograr una
tajada de la cada vez más deliciosa torta del turismo en que se ha convertido
Patagonia:
“En
todas las tierras patagónicas que, como ya he dicho, están al E. de Chiloé, es también notoria la numerosa gentilidad
que las pueblan” (González de Agüero, Fray Pedro 1791
[1989] Descripción Historial de Chiloé: 189)
Sin embargo, no es este
el tema de mi presentación. Aunque sí es necesario consignarlo, pues lo que
quiero plantear es una reflexión en torno a la migración conceptual del término
que como vimos tiene una inscripción histórica precisa (si le creemos al buen
Pigafetta) que sigue funcionando semiológicamente, pero es tomado en paralelo y
con un origen inverso al primigenio: el vocablo usado en Aysén parece derivar
del que designa el territorio total del sur austral del continente.
¿Derivativos o reivindicativos?
En una conversación
provocada a raíz de mi interés por fotografiar a dos ancianos que apaciblemente
charlaban en un banco de la plaza de Coyhaique (aquello ocurrió hacia 2004, ya
no recuerdo. La fotografía creo que nunca la he revelado y dudo incluso haberla
tomado. Pero esa es otra historia), uno de los ancianos me dijo algo así: en
los primeros años los pobladores y trabajadores se llamaban patagoneros, ellos eran los que
recorrían la Patagonia por todos lados. Fue la primera vez que escuché este
término, seguido de una explicación sencilla y a la vez llena de sentidos
diversos. El anciano que compartió el comentario, renegaba del uso generalizado
de otro vocablo para referirse a aquellos pobladores. Este vocablo era
precisamente patagones.
Patagoneros no aparece en los
textos historiográficos ni los ensayos histórico-literarios, sin embargo, funciona
en el habla de los habitantes de raigambre rural en la región como pude
constatarlo aquella vez. Aunque aún no tengo certeza acerca del proceso de
referencia que se aplicó sobre esta palabra, tiendo a pensar que refiere a la
acción de recorrer la Patagonia así como camionero
refiere a aquellos que recorren los caminos en camión. Los patagoneros
recorrían Patagonia tanto a pie como a caballo o en carretas. Esto permite
explicar con cierta claridad que el vocablo deriva del nombre dado al
territorio y de la acción de transitarlo en largas jornadas de movilidad.
Es posible que en
Aysén, y producto de algunos procesos poco estudiados aún, patagonero haya derivado en patagón,
término que ha ido adquiriendo cada vez mayor fuerza como etnonimo entre la población
regional. En una columna algo irónica que escribí en 2004 para un diario de
Coyhaique, decía lo siguiente respecto al plural del vocablo: Patagones.
“…migró su unidad cultural de significado, al menos en
este territorio conocido comúnmente como Aysén. Actualmente se usa como
autoreferencia y referencia de los grupos humanos que llegaron primero a
colonizar y a sus descendientes. Migración significativa de segundo orden
(parafraseando alguna teoría social de actualidad) pues no se desea significar
que los sujetos designados así, tengan patas grandes, sino que se quiere
significar que viven en un territorio llamado Patagonia, que nacieron en él,
que fueron criados sobre estas tierras.”
Usé aquella vez el
concepto de unidad cultural utilizado en Semiótica para definir al significado
de una palabra que es “algo que está
definido culturalmente y distinguido como entidad” (Eco, 1968). Muchos
vocablos migran de unidad cultural y son significados de distinto modo por
otros grupos o incluso por las nuevas generaciones dentro de un mismo grupo
humano. Es el caso de otro término usado en el habla popular del espacio
litoral en la región: chonke. Aunque
no es materia de este trabajo, lo explico someramente. Chonke es usado por adultos y ancianos del litoral aysenino para
designar a representantes del estilo de vida canoero, tanto aquellos que
“habitan” las cuevas funerarias (los restos humanos que descansan en ellas),
como los vivientes que explicitan prácticas y pensamiento arcaico. Pero es un
término que designa peyorativemente. Sin embargo, hace 2 años aproximadamente, chonke ha sido resignificado por un
grupo de jóvenes de Caleta Tortel que lo han tomado para nombrar a la organización
cultural que formaron, desprendiéndolo así de su significado negativo, para
inscribirlo como una nominación positiva y reivindicativa.
Patagón, por su
parte, migra desde la unidad cultural que lo inscribió al territorio en 1520 y
que hoy mantiene su referencia pese a que sus referentes son las fotografías,
relatos y estudios que dan cuenta de aquellos pueblos diezmados; a una que permite
a los actuales pobladores de Aysén reivindicar un estilo de vida asociado al
devenir del territorio que compone la región. Es una migración de corte
reivindicativo, tanto en lo que refiere a la distinción del espacio habitado
como en lo que dice relación con los procesos de diferenciación con los demás
chilenos y con otros espacios de Patagonia.
Al respecto el
escritor Julián Vásquez plantea:
“El Ser Patagón o el Ser Patagón Aysenino
para nuestro caso, no se trata solo del lugar en el que se
nace. Se trata del alma que llevamos dentro. Se trata de la
transmisión de valores que le damos a nuestros hijos. Se trata del amor que
le tengamos a nuestra tierra que es la tierra que heredamos de
nuestros antiguos. Se trata del temple que tiene el espíritu de cada
uno.”
Vásquez reivindica
la relación entre los habitantes y su territorio, pero va más allá al plantear
que patagón refiere al alma, a la esencia espiritual forjada en los habitantes actuales
a través de la enseñanza de los mayores.
Tres reflexiones
realizadas por habitantes de la localidad de Cochrane (al sur de la región) nos
permiten adentrarnos un poco más en la significación y uso de este concepto y
en su valor como etnónimo:
“…pero resulta que nosotros no somos argentinos, nosotros
somos criollos patagones, ya. Ese es el nombre que tenemos nosotros, no
argentinos. Somos criollos patagones ya, como pasa en otros lados porque
argentino (…), lo que ellos tienen los argentinos vino de otro país, vino del
Uruguay, vino el mate del Paraguay y así; la gorra de vasco, española, y la
usan los argentinos así que son ellos dueños de eso. El problema es que
nosotros aquí aparecimos como gauchos patagones, porque yo no me avergüenzo de
vestirme, yo tengo todo mi atuendo, tengo poncho fino, tengo todo, pero
nosotros no somos argentinos, nosotros somos gauchos patagones.” (E. M. Cochrane, 2009)
E. M. se autodefine
y define a sus vecinos de Cochrane: “somos criollos patagones”, asociando dos conceptos
que se refuerzan mutuamente. Es posible que criollo refiera a la condición
chilena no indígena de algunos miembros de la población, haciendo con ello
alusión por omisión a otro grupo de pobladores que suelen ser denominados en el
área continental de la región “paisanos” o simplemente “indígenas”. Este
concepto se ve reforzado por el de patagón que sitúa espacialmente al habitante
en territorio patagónico chileno, específicamente Aysén. Para complementar esta
autoadscripción, E. M. plantea que los elementos que identifican este ser
criollo patagón, como el mate y el uso de indumentaria gaucha no significa en
modo alguno adscribir a una identidad argentina, sino compartir usos y
costumbres que se extienden por un espacio mucho mayor que el vecino país en su
conjunto, llegando incluso a España a través del uso de la boina o gorra vasca.
No deja de llamar la atención el esfuerzo por desprenderse de una posible
relación de identidad con Argentina, por medio de la autoafirmación en el
concepto “criollos patagones” o incluso más acá, por el de asimilar “patagones”
con la situación de habitar Patagonia chilena.
En el siguiente
relato encontramos una mirada contemporánea del proceso de adscripción y
negociación de derechos de uso del vocablo para identificarse como habitantes
de Aysén:
“yo quería contar una anécdota, por ejemplo yo siendo de
la región, yo noté mucho una diferencia que me hicieron sentir a lo mejor la
gente más joven acá. Cuando llegamos empezamos a conversar y me decían:
-
‘oye, pero tu erís de Coyhaique’
-
Ya ¿y?
-
Es que yo soy ‘más patagón que tú’ –me decían aquí, la gente de
Cochrane- yo soy más patagón que tú
Y no sé poh, intentaba entender por qué me decían, qué
significaba para ellos patagón. Y creo que está directamente relacionado, por lo
menos el patagón chileno o el patagón aisenino está directamente relacionado
con servicios, número de servicios y lejanía, o sea por estar más alejado, por
ser más pequeño y por tener menos servicios: soy más patagón que tú.” (R. L. Cochrane, 2009)
En esta anécdota
contada por R. L. se plantea la negociación simbólica al interior de la región
respecto de la pertinencia del concepto al ser aplicado a diversos grupos de ayseninos.
Pero también nos propone una explicación desde el mismo hablante, que busca fuera
de la folklorización del concepto, y en el núcleo mismo de la paradoja aysenina:
modernidad vs tradición. Aquellos habitantes más cercanos a estilos de vida
tradicional mantienen derechos de autodesignarse como patagones y los expresan
ante quienes, habiendo nacido en la región, ya son parte de los espacios
modernizados del territorio, donde las posibilidades de representar en
propiedad lo que implica ser patagón se va diluyendo ante la expansión de la
cultura urbana.
Ahora bien, el
concepto opera como etnónimo en dos niveles. El primero es el interno donde,
como deja ver el testimonio de R. L., ocurren negociaciones de sentido y
apropiación diferencial del derecho a ser patagón. El otro nivel es externo, es
decir se plantea fuera de las fronteras de la región, en Chile mismo,
territorio donde los ayseninos tienden a consensuar un uso equitativo del
concepto para distinguirse como habitantes de la región y hacer presente sus
diferencias con los demás habitantes del país. En esta operación las tensiones
entre modernidad y tradición quedan en segundo plano pues lo que importa es
establecer la diferencia entre ese “nosotros habitantes de un territorio aún
lejos de los problemas de la modernidad” y los otros inmersos en el drama de lo
moderno. Aquí el concepto patagón refuerza un estilo de vida tradicional y
sugiere un habitar la lejanía, acto positivo a la luz de los dramas que
enfrentan aquellos que habitan la vorágine de las ciudades. Ser patagón en el
contexto espacio temporal del otro chileno, es reivindicado, pues plantea de
alguna manera que se es parte de un territorio aún prístino, desconocido y
atractivo por eso mismo.
A nivel interno por
ejemplo, patagón refiere a un habitar el espacio continental y hacerlo desde
referentes de ruralidad. Escuchemos:
“…como patagones nosotros nos
identificamos más con el caballo, el campo así y el resto de las personas que
vinieron antes de otros lados como ser de Chiloé, ellos se identifican más con
el mar, con la lana, con otras cosas (…) pero tampoco se identifica la gente de
Tortel con el chilote, por qué no sé, debería ser más con el bote, con el agua
pero no, siempre se identifica más con el patagón, con el gaucho (…) se ponen
la boina, se ponen el pañuelo y eso que andan en bote”
(V.
F. Cochrane, 2009)
En cambio, a nivel
externo todo aysenino/a tiene el derecho y podría decirse “el deber” de utilizar
el etnónimo para presentarse al otro y definir de este modo los espacios y
códigos de comunicación de identidad.
“…tenía unos compañeros amigos que venían de acá y que
igual súper patagones fuera de la Patagonia. Acá umm, ahí nomás, pero fuera
andaban y hablaban distinto así como ‘sí, sí’, ‘no che’, como pa’ ponerle más
cuento, más sentimiento a la identidad”
(P. R. Coyhaique,
2009)
A partir de la
emergencia de este etnónimo, en un reciente estudio de identidad regional (Ilpes/Gore
2010) se ha propuesto una identidad patagona a la que se describe del
siguiente modo:
“… refiere a comunidades y personas que habitan en
distintos sectores rurales, pueblos y ciudades ubicadas principalmente en la
zona continental de la región. Adscriben a una identidad cultural de origen
migrante, formada desde principios del siglo XX, que mezcla en su desarrollo
prácticas y saberes de origen oriental-argentino, del centro sur de Chile,
mapuche-huilliche y de Chiloé y de la propia experiencia de enfrentarse a la
inmensidad del territorio aysenino. Algunos investigadores la denominan también
‘criolla’ (Galindo, 1996), sin embargo la investigación demuestra que la
identidad patagona ha traspasado las fronteras socioculturales del mundo rural
y actualmente refiere a un conjunto mayor de habitantes ayseninos, gran parte
de ellos de vida urbana. Ello supone entonces que se ha producido una
resignificación del concepto ‘patagón’, abriendo su campo de sentido más allá
de lo rural-tradicional, para hablar de comunidades que reivindican un estilo
de vida patagónico-aysenino que ya hemos descrito. Si bien la base económica de
esta identidad está fuertemente marcada por la ganadería y en menor medida la
agricultura y la silvicultura, en las últimas décadas ciertas dinámicas de
desarrollo en el sector del turismo han permitido que muchos habitantes que se
identifican patagones hayan modificado sus prácticas económicas, manteniendo el
arraigo en los sectores rurales de la región.” (p. 58)
Ahora bien, al
estar este etnónimo ligado a un proceso fundado principalmente en narrativas,
en discursos sociales que han ido construyendo una identidad necesaria para
confrontar a los afuerinos que han interpelado el modo de ser aysenino, se
sostiene en un andamiaje frágil, que si bien tiene elementos de identidad
asociados a la tradición colonizadora, ha debido resignificarlos como fuentes
míticas del modo de ser aysenino, el que a su vez ha estado expuesto desde
principios del presente siglo a la acelerada modernización que experimenta la
región de Aysén (Águila, 2010), debiendo hacer concesiones simbólicas y
cotidianas que podrían debilitar la razón identitaria que hoy tiene el
etnónimo. Así las cosas, tal vez el concepto “patagón” nunca logre desplazar
totalmente al etnónimo tradicional de los habitantes de dicha zona, a saber “aysenino/a”,
con el cual muchos habitantes se identifican en última instancia.
A modo de epílogo
Hoy día hay dos
medios de comunicación virtual, creados en los últimos dos años, recogen el
término para “identificarse” con la región a la que quieren representar
comunicacionalmente con una actitud “patagona”, es decir –interpretamos
nuevamente- autónoma, sin pelos en la lengua, crítica y profundamente
sureño-patagónica. Estos medios son: www.vientopatagon.cl
(2008) y www.elpatagondomingo.cl (2010).
Asimismo, el término
es profusamente usado por los habitantes de la región, principalmente jóvenes,
en conversaciones, encuentros, testimonios, redes sociales virtuales (facebook,
twitter, por ejemplo) y medios de comunicación escrita, radial y televisiva.
Baste solamente y
como cierre provisorio a esta presentación mencionar que el minero aysenino que
formó parte de los 33 atrapados en la mina San José en 2010, en varias
oportunidades se identificó a través de dicho término. En una entrevista para Radio
Santa María de Coyhaique, se despidió diciendo: “un saludo para mi familia, mis amigos y para todos los coyhaiquinos
patagones”.
Referencias bibliográficas
Aguila, Ronaldo
2009. Globalización, Modernización Periférica y Vulnerabilidad en la Región de
Aysén. Tesis para optar al título de Sociólogo. U. de Chile.
Lida, María Rosa
1952. “Para la toponimia argentina: Patagonia”. En Hispanic Review 321-322
Eco, Humberto 1968.
La estructura ausente.
Ilpes/Cepal-Gore
Aysén 2010. Aysén. Matices de una identidad que asoma. Santiago.
[2] http://www.taringa.net/comunidades/losestudiantes/129777/Porque-se-llama-Patagonia.html (consultado 01 de julio 2010)
[3] http://www.priberam.pt/DLPO/default.aspx
(consultado 30 de octubre 2010)
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