12 junio 2013

En torno al concepto ‘Patagón’. Narrativas y prácticas identitarias ante la inmensidad, s XX y XXI, región de Aysén, Chile.



(trabajo presentado al VII Congreso chileno de antropología, San Pedro de Atacama, octubre 2010. Publicado en Actas del mismo Congreso.)

Mauricio Osorio Pefaur
Antropólogo social

RESUMEN

Las narrativas históricas al interior de la sociedad aysenina han acuñado el concepto ‘Patagón’ para referir y situar al grupo humano que surge durante el proceso de poblamiento y reproducción cultural del espacio territorial llamado hoy Región de Aysén. Se analiza su migración conceptual desde las primeras acepciones asociadas a los grupos indígenas avistados por navegantes europeos, hacia el uso actual como descriptor y condensador de la identidad aysenina, permitiendo así elaborar distinciones narrativas y prácticas sociales que dan soporte a la diferenciación con otras comunidades que habitan Patagonia (Magallánicos, Santacruceños, Chubutenses) o Chile (conceptualizado además como otro ‘país’) y otras naciones extranjeras.

Palabras clave: 'Patagón', Aysén, Identidad, Territorio


El poder de los nombres, de las denominaciones que asignamos a cosas, seres animados e inertes, actos y sentimientos, es el poder del lenguaje que crea mundos dentro de los que él mismo encuentra sentido como relación social que funda y alimenta la comunicación. Este poder se expresa entre otras formas, en el momento de pronunciar las palabras que cargan de significado lo que se nombra haciéndolo inteligible culturalmente.

“El capitán general llamó a los de este pueblo ‘Patagones’. Todos se visten con la piel de aquel animal ya dicho [guanaco]. No tienen casas sino cobertizos de la piel del mismo animal y con ellas se mueven.” (Antonio Pigafetta, Primer viaje alrededor del mundo. Ed. Linkgua, 2008)

Nuestro Capitán llamó a este pueblo patagones. Pasamos en este puerto al que llamamos San Julián, cinco meses (…)” (Pigafetta, 1520. En Crónicas de los Patagones, Biblioteca Ayacucho, 2003)

“…y cuando quiso amanecer vieron más de dos mil patagones o gigantes (este nombre patagón fue un disparate puesto a esta gente por los cristianos porque tienen grandes pies; pero no desproporcionados según la altura de sus personas, aunque muy grandes más que los nuestros)” (Aréizaga, 1526. En Crónicas de los Patagones, Biblioteca Ayacucho, 2003)

En estos tres relatos del siglo XVI podemos atisbar el momento de origen de la denominación “patagones” y una posible explicación sobre su significado. De acuerdo con Pigafetta, el vocablo fue utilizado por Hernando de Magallanes para designar a los indígenas que entraron en contacto con su expedición. El término seguiría utilizándose posteriormente por las demás expediciones que arribaron a las costas atlánticas y del estrecho de Magallanes.

Sin embargo, el origen y significado de esta palabra es aún motivo de polémica. La versión más recurrida, difundida y popularizada en todos los espacios sociales de Patagonia y fuera de ella es aquella que bien expresa el testimonio de Aréizaga: porque tienen grandes pies, lo que se asoció además en la construcción imaginaria europea al gigantismo de los indígenas. Esta versión fue con el tiempo explicada a partir del calzado usado por los grupos indígenas avistados, cuya impresión en la tierra suelta o la nieve era prominente, por tratarse de un trozo de cuero que envolvía los pies y producía entonces una impresión considerable.

Pero hay además otras dos versiones sobre el origen del vocablo. Una de ellas lo asocia a la literatura de caballerías de la península ibérica, mientras que la otra, de corte lingüístico, intenta buscar en el idioma materno del descubridor Magallanes la fuente original.

Revisemos someramente la versión fundada en la literatura del siglo XVI. Fue planteada y defendida por la filóloga argentina María Rosa Lida (1910-1962) y el hispanista francés Marcel Bataillon (1895-1977), quienes argumentaron que el vocablo habría surgido del libro de Caballerías Primaleón (1512), que a decir de estos autores, Magallanes habría leído durante su viaje[1] [2]. En dicho relato hay un personaje llamado Patagon, descrito como un gigante de cuerpo humano y cabeza de perro, al que el protagonista debe enfrentar en un momento de su periplo. Influido por esta imagen de un ser salvaje que habita fuera de los límites de la cultura, Magallanes cree ver en aquellos extraños seres que se acercan a la playa (por cierto que a observar aquellas extrañas figuras sobre el mar) la representación vívida del Patagon literario. Pero los detractores de la versión no pueden imaginar al Capitán Magallanes como lector, descartando así la relación entre literatura y realidad austral.

La otra versión, sitúa el origen del término en el idioma mismo de Magallanes, el portugués, donde –explican sus defensores- el término “patâo” o “patagâo” significaría patón y el plural sería patagoes. Entonces lo que habría ocurrido es una mala traducción por parte de Pigafetta y posteriormente las retraducciones al francés y español finalizaron la construcción lingüística patagón/patagones. Sin embargo, al consultar diccionarios actuales portugués-español, nos encontramos con definiciones distintas a lo planteado[3]. Así, “patâo” significa “pato grande” y “patagâo”, significa “patagón”, subentendiendo que patagón es una palabra del español. Parece ser que esta versión se desarma rápidamente. Finalmente cabe consignar que para el portugués actual está el vocablo “patagónio” que refiere a los habitantes de la Patagonia o a elementos relativos o pertenecientes a este espacio territorial.

Cual haya sido el origen (que nosotros tendemos a creer fue el personaje literario Patagon, con lo que asumimos que Magallanes leyó el libro o al menos conoció de oídas el relato), la historia, la cartografía e incluso las crónicas producidas entre los siglos XVI al XIX se encargarían de cimentar el uso de este vocablo, convertido ahora en un etnonimo apropiado para designar genéricamente a todas las parcialidades o tribus habitantes del extenso territorio continental sur austral de América[4], el que pasaría así a llamarse “Patagonia” o “La Patagonia”.

Ahora bien, ¿cuál es el territorio patagónico? A continuación una respuesta antigua que parece plausible, en el concierto actual de delimitaciones, donde cientos buscan extender sus límites ya sea por intereses identitarios, ya sea sólo por lograr una tajada de la cada vez más deliciosa torta del turismo en que se ha convertido Patagonia:

“En todas las tierras patagónicas que, como ya he dicho, están al E. de Chiloé, es también notoria la numerosa gentilidad que las pueblan” (González de Agüero, Fray Pedro 1791 [1989] Descripción Historial de Chiloé: 189)

Sin embargo, no es este el tema de mi presentación. Aunque sí es necesario consignarlo, pues lo que quiero plantear es una reflexión en torno a la migración conceptual del término que como vimos tiene una inscripción histórica precisa (si le creemos al buen Pigafetta) que sigue funcionando semiológicamente, pero es tomado en paralelo y con un origen inverso al primigenio: el vocablo usado en Aysén parece derivar del que designa el territorio total del sur austral del continente.


¿Derivativos o reivindicativos?

En una conversación provocada a raíz de mi interés por fotografiar a dos ancianos que apaciblemente charlaban en un banco de la plaza de Coyhaique (aquello ocurrió hacia 2004, ya no recuerdo. La fotografía creo que nunca la he revelado y dudo incluso haberla tomado. Pero esa es otra historia), uno de los ancianos me dijo algo así: en los primeros años los pobladores y trabajadores se llamaban patagoneros, ellos eran los que recorrían la Patagonia por todos lados. Fue la primera vez que escuché este término, seguido de una explicación sencilla y a la vez llena de sentidos diversos. El anciano que compartió el comentario, renegaba del uso generalizado de otro vocablo para referirse a aquellos pobladores. Este vocablo era precisamente patagones.

Patagoneros no aparece en los textos historiográficos ni los ensayos histórico-literarios, sin embargo, funciona en el habla de los habitantes de raigambre rural en la región como pude constatarlo aquella vez. Aunque aún no tengo certeza acerca del proceso de referencia que se aplicó sobre esta palabra, tiendo a pensar que refiere a la acción de recorrer la Patagonia así como camionero refiere a aquellos que recorren los caminos en camión. Los patagoneros recorrían Patagonia tanto a pie como a caballo o en carretas. Esto permite explicar con cierta claridad que el vocablo deriva del nombre dado al territorio y de la acción de transitarlo en largas jornadas de movilidad.
  
Es posible que en Aysén, y producto de algunos procesos poco estudiados aún, patagonero haya derivado en patagón, término que ha ido adquiriendo cada vez mayor fuerza como etnonimo entre la población regional. En una columna algo irónica que escribí en 2004 para un diario de Coyhaique, decía lo siguiente respecto al plural del vocablo: Patagones.

“…migró su unidad cultural de significado, al menos en este territorio conocido comúnmente como Aysén. Actualmente se usa como autoreferencia y referencia de los grupos humanos que llegaron primero a colonizar y a sus descendientes. Migración significativa de segundo orden (parafraseando alguna teoría social de actualidad) pues no se desea significar que los sujetos designados así, tengan patas grandes, sino que se quiere significar que viven en un territorio llamado Patagonia, que nacieron en él, que fueron criados sobre estas tierras.”

Usé aquella vez el concepto de unidad cultural utilizado en Semiótica para definir al significado de una palabra que es “algo que está definido culturalmente y distinguido como entidad” (Eco, 1968). Muchos vocablos migran de unidad cultural y son significados de distinto modo por otros grupos o incluso por las nuevas generaciones dentro de un mismo grupo humano. Es el caso de otro término usado en el habla popular del espacio litoral en la región: chonke. Aunque no es materia de este trabajo, lo explico someramente. Chonke es usado por adultos y ancianos del litoral aysenino para designar a representantes del estilo de vida canoero, tanto aquellos que “habitan” las cuevas funerarias (los restos humanos que descansan en ellas), como los vivientes que explicitan prácticas y pensamiento arcaico. Pero es un término que designa peyorativemente. Sin embargo, hace 2 años aproximadamente, chonke ha sido resignificado por un grupo de jóvenes de Caleta Tortel que lo han tomado para nombrar a la organización cultural que formaron, desprendiéndolo así de su significado negativo, para inscribirlo como una nominación positiva y reivindicativa.

Patagón, por su parte, migra desde la unidad cultural que lo inscribió al territorio en 1520 y que hoy mantiene su referencia pese a que sus referentes son las fotografías, relatos y estudios que dan cuenta de aquellos pueblos diezmados; a una que permite a los actuales pobladores de Aysén reivindicar un estilo de vida asociado al devenir del territorio que compone la región. Es una migración de corte reivindicativo, tanto en lo que refiere a la distinción del espacio habitado como en lo que dice relación con los procesos de diferenciación con los demás chilenos y con otros espacios de Patagonia.

Al respecto el escritor Julián Vásquez plantea:

“El Ser Patagón o el Ser  Patagón  Aysenino para nuestro caso, no  se trata solo del lugar en el que se nace. Se trata del alma que llevamos dentro. Se trata de la transmisión de valores que le damos a nuestros hijos. Se trata del amor que le tengamos a nuestra tierra que es la tierra que heredamos de nuestros antiguos. Se trata del temple que tiene el espíritu de cada uno.”

Vásquez reivindica la relación entre los habitantes y su territorio, pero va más allá al plantear que patagón refiere al alma, a la esencia espiritual forjada en los habitantes actuales a través de la enseñanza de los mayores.

Tres reflexiones realizadas por habitantes de la localidad de Cochrane (al sur de la región) nos permiten adentrarnos un poco más en la significación y uso de este concepto y en su valor como etnónimo:

“…pero resulta que nosotros no somos argentinos, nosotros somos criollos patagones, ya. Ese es el nombre que tenemos nosotros, no argentinos. Somos criollos patagones ya, como pasa en otros lados porque argentino (…), lo que ellos tienen los argentinos vino de otro país, vino del Uruguay, vino el mate del Paraguay y así; la gorra de vasco, española, y la usan los argentinos así que son ellos dueños de eso. El problema es que nosotros aquí aparecimos como gauchos patagones, porque yo no me avergüenzo de vestirme, yo tengo todo mi atuendo, tengo poncho fino, tengo todo, pero nosotros no somos argentinos, nosotros somos gauchos patagones.” (E. M. Cochrane, 2009)

E. M. se autodefine y define a sus vecinos de Cochrane: “somos criollos patagones”, asociando dos conceptos que se refuerzan mutuamente. Es posible que criollo refiera a la condición chilena no indígena de algunos miembros de la población, haciendo con ello alusión por omisión a otro grupo de pobladores que suelen ser denominados en el área continental de la región “paisanos” o simplemente “indígenas”. Este concepto se ve reforzado por el de patagón que sitúa espacialmente al habitante en territorio patagónico chileno, específicamente Aysén. Para complementar esta autoadscripción, E. M. plantea que los elementos que identifican este ser criollo patagón, como el mate y el uso de indumentaria gaucha no significa en modo alguno adscribir a una identidad argentina, sino compartir usos y costumbres que se extienden por un espacio mucho mayor que el vecino país en su conjunto, llegando incluso a España a través del uso de la boina o gorra vasca. No deja de llamar la atención el esfuerzo por desprenderse de una posible relación de identidad con Argentina, por medio de la autoafirmación en el concepto “criollos patagones” o incluso más acá, por el de asimilar “patagones” con la situación de habitar Patagonia chilena.

En el siguiente relato encontramos una mirada contemporánea del proceso de adscripción y negociación de derechos de uso del vocablo para identificarse como habitantes de Aysén:

“yo quería contar una anécdota, por ejemplo yo siendo de la región, yo noté mucho una diferencia que me hicieron sentir a lo mejor la gente más joven acá. Cuando llegamos empezamos a conversar y me decían:
-          ‘oye, pero tu erís de Coyhaique’
-          Ya ¿y?
-          Es que yo soy ‘más patagón que tú’ –me decían aquí, la gente de Cochrane- yo soy más patagón que tú
Y no sé poh, intentaba entender por qué me decían, qué significaba para ellos patagón. Y creo que está directamente relacionado, por lo menos el patagón chileno o el patagón aisenino está directamente relacionado con servicios, número de servicios y lejanía, o sea por estar más alejado, por ser más pequeño y por tener menos servicios: soy más patagón que tú.” (R. L. Cochrane, 2009)

En esta anécdota contada por R. L. se plantea la negociación simbólica al interior de la región respecto de la pertinencia del concepto al ser aplicado a diversos grupos de ayseninos. Pero también nos propone una explicación desde el mismo hablante, que busca fuera de la folklorización del concepto, y en el núcleo mismo de la paradoja aysenina: modernidad vs tradición. Aquellos habitantes más cercanos a estilos de vida tradicional mantienen derechos de autodesignarse como patagones y los expresan ante quienes, habiendo nacido en la región, ya son parte de los espacios modernizados del territorio, donde las posibilidades de representar en propiedad lo que implica ser patagón se va diluyendo ante la expansión de la cultura urbana.

Ahora bien, el concepto opera como etnónimo en dos niveles. El primero es el interno donde, como deja ver el testimonio de R. L., ocurren negociaciones de sentido y apropiación diferencial del derecho a ser patagón. El otro nivel es externo, es decir se plantea fuera de las fronteras de la región, en Chile mismo, territorio donde los ayseninos tienden a consensuar un uso equitativo del concepto para distinguirse como habitantes de la región y hacer presente sus diferencias con los demás habitantes del país. En esta operación las tensiones entre modernidad y tradición quedan en segundo plano pues lo que importa es establecer la diferencia entre ese “nosotros habitantes de un territorio aún lejos de los problemas de la modernidad” y los otros inmersos en el drama de lo moderno. Aquí el concepto patagón refuerza un estilo de vida tradicional y sugiere un habitar la lejanía, acto positivo a la luz de los dramas que enfrentan aquellos que habitan la vorágine de las ciudades. Ser patagón en el contexto espacio temporal del otro chileno, es reivindicado, pues plantea de alguna manera que se es parte de un territorio aún prístino, desconocido y atractivo por eso mismo.

A nivel interno por ejemplo, patagón refiere a un habitar el espacio continental y hacerlo desde referentes de ruralidad. Escuchemos:

“…como patagones nosotros nos identificamos más con el caballo, el campo así y el resto de las personas que vinieron antes de otros lados como ser de Chiloé, ellos se identifican más con el mar, con la lana, con otras cosas (…) pero tampoco se identifica la gente de Tortel con el chilote, por qué no sé, debería ser más con el bote, con el agua pero no, siempre se identifica más con el patagón, con el gaucho (…) se ponen la boina, se ponen el pañuelo y eso que andan en bote”
(V. F. Cochrane, 2009)

En cambio, a nivel externo todo aysenino/a tiene el derecho y podría decirse “el deber” de utilizar el etnónimo para presentarse al otro y definir de este modo los espacios y códigos de comunicación de identidad.
 
“…tenía unos compañeros amigos que venían de acá y que igual súper patagones fuera de la Patagonia. Acá umm, ahí nomás, pero fuera andaban y hablaban distinto así como ‘sí, sí’, ‘no che’, como pa’ ponerle más cuento, más sentimiento a la identidad”
(P. R. Coyhaique, 2009)

A partir de la emergencia de este etnónimo, en un reciente estudio de identidad regional (Ilpes/Gore 2010) se ha propuesto una identidad patagona a la que se describe del siguiente modo:

“… refiere a comunidades y personas que habitan en distintos sectores rurales, pueblos y ciudades ubicadas principalmente en la zona continental de la región. Adscriben a una identidad cultural de origen migrante, formada desde principios del siglo XX, que mezcla en su desarrollo prácticas y saberes de origen oriental-argentino, del centro sur de Chile, mapuche-huilliche y de Chiloé y de la propia experiencia de enfrentarse a la inmensidad del territorio aysenino. Algunos investigadores la denominan también ‘criolla’ (Galindo, 1996), sin embargo la investigación demuestra que la identidad patagona ha traspasado las fronteras socioculturales del mundo rural y actualmente refiere a un conjunto mayor de habitantes ayseninos, gran parte de ellos de vida urbana. Ello supone entonces que se ha producido una resignificación del concepto ‘patagón’, abriendo su campo de sentido más allá de lo rural-tradicional, para hablar de comunidades que reivindican un estilo de vida patagónico-aysenino que ya hemos descrito. Si bien la base económica de esta identidad está fuertemente marcada por la ganadería y en menor medida la agricultura y la silvicultura, en las últimas décadas ciertas dinámicas de desarrollo en el sector del turismo han permitido que muchos habitantes que se identifican patagones hayan modificado sus prácticas económicas, manteniendo el arraigo en los sectores rurales de la región.” (p. 58)

Ahora bien, al estar este etnónimo ligado a un proceso fundado principalmente en narrativas, en discursos sociales que han ido construyendo una identidad necesaria para confrontar a los afuerinos que han interpelado el modo de ser aysenino, se sostiene en un andamiaje frágil, que si bien tiene elementos de identidad asociados a la tradición colonizadora, ha debido resignificarlos como fuentes míticas del modo de ser aysenino, el que a su vez ha estado expuesto desde principios del presente siglo a la acelerada modernización que experimenta la región de Aysén (Águila, 2010), debiendo hacer concesiones simbólicas y cotidianas que podrían debilitar la razón identitaria que hoy tiene el etnónimo. Así las cosas, tal vez el concepto “patagón” nunca logre desplazar totalmente al etnónimo tradicional de los habitantes de dicha zona, a saber “aysenino/a”, con el cual muchos habitantes se identifican en última instancia.

A modo de epílogo

Hoy día hay dos medios de comunicación virtual, creados en los últimos dos años, recogen el término para “identificarse” con la región a la que quieren representar comunicacionalmente con una actitud “patagona”, es decir –interpretamos nuevamente- autónoma, sin pelos en la lengua, crítica y profundamente sureño-patagónica. Estos medios son: www.vientopatagon.cl (2008)  y www.elpatagondomingo.cl (2010).

Asimismo, el término es profusamente usado por los habitantes de la región, principalmente jóvenes, en conversaciones, encuentros, testimonios, redes sociales virtuales (facebook, twitter, por ejemplo) y medios de comunicación escrita, radial y televisiva.

Baste solamente y como cierre provisorio a esta presentación mencionar que el minero aysenino que formó parte de los 33 atrapados en la mina San José en 2010, en varias oportunidades se identificó a través de dicho término. En una entrevista para Radio Santa María de Coyhaique, se despidió diciendo: “un saludo para mi familia, mis amigos y para todos los coyhaiquinos patagones”.

Referencias bibliográficas

Aguila, Ronaldo 2009. Globalización, Modernización Periférica y Vulnerabilidad en la Región de Aysén. Tesis para optar al título de Sociólogo. U. de Chile.

Lida, María Rosa 1952. “Para la toponimia argentina: Patagonia”. En Hispanic Review 321-322

Eco, Humberto 1968. La estructura ausente.

Ilpes/Cepal-Gore Aysén 2010. Aysén. Matices de una identidad que asoma. Santiago.
 




[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Primale%C3%B3n; (consultado 01 de julio 2010)
[3] http://www.priberam.pt/DLPO/default.aspx (consultado 30 de octubre 2010)
[4] Véase Martinic 2007

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