24 junio 2013

No voy contigo todavía



- No voy contigo todavía. Suéltame el dedo. Agradezco tu cortesía y la deferencia de no rajarme la carne de un aventón.

La tranquilidad que necesito está aquí, en este lago que sostiene mi cuerpo. Desnuda y transparente, el agua se queda quieta bajo mi espalda y mi trasero. Me tomas como en esa imagen renacentista donde dios acerca el índice a su hijo. No, no sé quien la pintó esa imagen, poco me interesa. Pero ni tú eres dios ni yo tu hijo.

-¿Entonces? Digo, dices con tu mirada que atraviesa el agua por lo profunda. Eres mi imagen: solitario en soledad alada y en altísimo movimiento. Arriba apenas te diviso, por lo negro que no deja ver mi alma. Soy tu espejo, según las creencias antiguas de antiguos pueblos. Te vienes a mirar en mí, carroñero. En mí te deleitas, sin dejar de volar en silencio.

Flotar con el sol semisecando el agua, formando la espuma arriba. Eso quiero ahora. Después iré contigo, pero me tienes que invitar de nuevo, sabes que soy entero un respeto flemático y aunque recuerde mi dedo ligeramente apretado por tu pico, sólo esperaré la bajada de tus grandes alas, la mirada profunda sobre mi alma y el aventón último. Las gotas se verán diminutas, reintegrándose al espejo.

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