Anoche soñé con el padecimiento de Rosamel Gaete. Antes, activo en su quehacer, penetrante en sus juicios. Pero ayer se mostraba acabado y resignado ante la enfermedad que lo acompañaba desde hacía algunos años. Las tumoraciones, cada vez más desarrolladas, sobre todo las del rostro, increíblemente no lo desfiguraban. Todos reconocían su altivo rostro rural, sus aguzados ojos oscuros y la sencilla alegría que transmitían. Los tumores eran algo así como un maquillaje de estudio, que lo convertía en un personaje de la película que nunca haría.
Le quedaba poco a Gaete y él lo sabía.
Fue por eso que se acercó al emporio a comprar calugas toffee, quería degustarlas por última vez esa mañana.
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