24 marzo 2012
21 marzo 2012
Carta a Colegio de Antropólogos de Chile AG
Aysén, de región difusa dentro del mapa chileno, ha pasado a la primera línea del imaginario nacional, primero por un movimiento social transversal que decide levantar 11 demandas sociales, culturales y con profundo sustento histórico. Luego porque el Gobierno responde con una acción errática, confusa, cargada de violencia reaccionaria y permanentemente deslocalizada del territorio donde dichas demandas tienen sentido. Este alejamiento, correlacionado con un aumento progresivo en la cantidad de propuestas ofertada -comenzó con 50, luego 70, después 76-, culmina hace 3 días cuando un grupo de ministros anuncia en La Moneda el paquete de medidas, ante la prensa, pero lejos de la poblada aysenina como permanentemente nos han tratado, sin querer sentarse a dialogar. Pues es cierto, la mesa la constituyen pobladores, pescadores artesanles, dirigentes sociales, vecinales. Debe resultar urticante rebajarse a la conversación con personas sencillas, pero en ningún caso de escasa palabra como ya ustedes lo deben haber comprobado al escuchar el vocero principal Iván Fuentes.
El Gobierno y los medios de comunicación nacionales -con las excepciones históricas que conocemos como radios Cooperativa y Bio Bio, además de otros medios alternativos- no han logrado el objetivo de colocar al pueblo chileno contra el movimiento social aysenino. Al contrario, el peso de los acontecimientos ha obligado a algunos medios, canales como TVN por ejemplo a cambiar sus pautas, informando hoy por ejemplo del incendio provocado anoche por FFEE en el puente Coyhaique, acceso norte a esta ciudad.
Las redes sociales han sido herramientas claves para que podamos romper el cerco informativo que se ha querido instalar, a pesar de 4 cortes intencionales de la fibra óptica que nos ha dejado por varias horas sin poder informar al resto del país y el mundo. Esos cortes han ocurrido coincidentemente en las ocasiones de mayor represión en Puerto Aysén primero y ayer en las localidades que he mencionado al inicio.
Colegas, les pido puedan circular estas breves notas y también les solicito evalúen la redacción de una declaración pública de apoyo al movimiento social aysenino, que reinvindica su derecho a ser parte de la nación, pero también que nos muestra la urgencia de cambiar el modelo sociocultural que tozudamente Santiago defiende en su propio beneficio y más allá en beneficio de muy pocos que residen en la capital nacional.
Esperando su pronta respuesta y disponible para entregar antecedentes e información, les saluda con cariño
Mauricio Osorio Pefaur
Antropólogo Social U. de Chile
Coyhaique, región de Aysén
20 marzo 2012
Carlos Aránguiz Zúñiga: Solidaridad con Aysén
minuto sin que hayamos estado con cada uno de ustedes, pendientes de
vuestro sufrimiento y preocupaciones. Los problemas de Aysen son
nuestros problemas, y solidarizamos con los ayseninos por la deuda
historica del pais que lo ha tratado como una "estacion del olvido".
Recibe nuestro cariño mas cercano, compartiendo el dolor y sobre todo
la esperanza.
17 marzo 2012
Un episodio trágico de la historia social de Aysén: la muerte de tres kawésqar en Puerto Bajo Pisagua, 1931
Hoy 17 de marzo, se cumplen 81 años de la muerte de tres kawésqar en Puerto Bajo Pisagua, a consecuencia de los disparos efectuados por dos empleados de la Estancia Posadas, Hobbs & Cía, cuya administración estaba a cargo de Esteban Lucas Bridges.
La historia de este episodio fue consignada por el mismo Bridges en uno de sus dos documentos inéditos, escrito presumiblemente en los años cuarenta. También se ha conservado una versión oral del suceso, que se ha transmitido de generación en generación entre las familias del Baker. Si bien ambas versiones coinciden en cuanto a que fueron 3 los indígenas muertos por disparos, difieren respecto a las circunstancias en que los hechos se habrían producido. Mientras Bridges afirma que los kawésqar atacaron sorpresivamente con armas de fuego las instalaciones del Puerto, siendo repelidos por los empleados en defensa propia y de los bienes existentes en el lugar; la historia oral afirma que los indígenas se acercaban al Puerto para intercambiar pieles por alimentos y tabaco y en aquella oportunidad, los empleados aburridos ya de sus visitas, les habrían disparado para ahuyentarlos primero y debido a que los kawésqar respondieron también con disparos, los empleados apuntaron a matar.
En el marco de una investigación recientemente finalizada, hemos logrado reconstruir las circunstancias de este trágico suceso, primero comparando el relato de Bridges con algunos relatos orales que han sido publicados (Hartmann 1982, Gómez y Cheuquemán 2004); y luego analizando documentos estatales hallados en el Archivo Nacional de Chile.
De este modo, se ha podido establecer que pese a que ni Bridges ni los testimonios orales consignan el año o fecha exacta en que se produjo este episodio, fue el 17 de marzo de 1931 el día en que murieron por impactos de bala 3 kawésqar, 2 hombres y 1 mujer; que estas tres personas formaban parte de un grupo mayor compuesto de 12 miembros, entre niños, mujeres y hombres, que se desplazaban en 2 canoas junto a sus perros; que este grupo –pensamos que se trata de al menos una familia- llegó al sector de Bajo Pisagua el día 12 o 13 de marzo, armando campamento en las cercanías del puerto y se acercó al muelle para pedir alimentos y tabaco, lo que fue entregado por los empleados. El grupo se retira entonces a su campamento, y luego deciden cambiarlo más al oeste a 3 km del puerto. No volvieron a acercarse a las casas sino hasta el 16 de marzo, día en que dos de los empleados, Lancaster (a la sazón responsable de Bajo Pisagua) y Warrick se embarcan en la lancha de la Estancia para remontar el río Baker y dirigirse a las instalaciones que la Estancia tenía en el sector Colonia. Al advertir la partida de la lancha, los kawésqar deciden volver al puerto a pedir más víveres, lo que fue rechazado por los empleados. Estos últimos declararán después que los indígenas se molestaron y amenazaron por lo que ellos decidieron encerrarse en una de las instalaciones. Los indígenas se retiraron durante la tarde noche a su campamento. El día 17, vuelve el grupo y esta vez los empleados deciden no dejarlos siquiera desembarcar en el muelle. Para ello les gritan que se retiren y por último Macauley decide disparar un tiro al agua para amedrentarlos. Ante el ataque, los indígenas deciden volver al campamento a buscar sus propias armas, 2 de fuego, hachas y arpones. En el campamento se bajan los niños y una mujer, el resto del grupo regresa al puerto en una de las canoas con la intención de enfrentar a los empleados.
Al ver que los kawésqar regresaban, los dos empleados se parapetan en una trinchera que habían improvisado y desde allí vuelven a gritarles que se vayan y vuelven a abrir fuego, el que será respondido por los indígenas. Iniciada la refriega, los empleados -particularmente Macauley- comienzan a disparar buscando hacer blanco. Llega el momento en que tres indígenas se lanzan al río tomados de los bordes de la canoa, los otros se esconden dentro. De este modo, la canoa queda a la deriva llevada por la corriente y ya lejos del alcance de las armas de los empleados de la Estancia, vuelven a abordar la embarcación y se retiran a su campamento.
Cuando Lancaster retorna al puerto (cuatro días después), se entera de lo sucedido y decide volver a La Colonia junto a los empleados involucrados para dar cuenta a la pareja de Carabineros apostada en el lugar. El día 25 de marzo los carabineros Quezada y Navarro se apersonan en el puerto y al ir al campamento de los kawésqar encuentran los cadáveres de dos hombres y una mujer, además de algunos perros y una de las canoas que el grupo dejó abandonados al decidir retirarse del lugar.
Recién un mes después, el 16 de abril de 1931, el prefecto de Carabineros de Puerto Aysén, Onofre Parra, que se encontraba en visita de inspección en el Baker, concurre junto a Bridges al sitio y sólo encuentran uno de los tres cadáveres, el que entierran en el mismo lugar. Los otros dos, según lo escrito por el oficial, habrían sido consumidos por los canes.
El oficial Parra realizó una investigación sumaria desde la que hemos extraído lo antes expuesto. Pero dicha investigación sólo considera los testimonios de una parte de los involucrados, los empleados de la Estancia, su patrón y también los dos carabineros que realizaron la primera visita al sitio. El prefecto no realizó esfuerzos para buscar a los miembros del grupo kawésqar, con el fin de obtener su testimonio, probablemente no consideró importante dicho relato ya que los indígenas eran personas “con absoluta falta de civilización”.
Una de las principales conclusiones del sumario y el dictamen final de la causa, indica que los empleados que mataron a los tres indígenas, no tenían responsabilidad pues actuaron en defensa propia y de los intereses de la Estancia (cuyo valor ascendía a medio millón de pesos de la época según declaración del mismo Bridges), ante la “actitud amenazante” de los kawésqar, que los superaban en número y estaban “enfurecidos como fieras salvajes” según palabras de Parra.
Hoy, los invito a conmemorar este episodio trágico, que costó la vida a miembros de las últimas familias kawésqar que habitaron y recorrieron los canales del sur de Aysén en las cercanías del actual Tortel, en condiciones de sobrevivencia y dependencia de los enclaves occidentales como el de Bajo Pisagua.
Y los invito también a conservar con mucha fuerza la memoria oral y escrita de todos aquellos acontecimientos trágicos donde las relaciones de poder son claramente asimétricas, y la historia tiende a reproducir siempre la versión de los vencedores. Más todavía hoy, que Aysén vive una inflexión histórico-social que está marcando su presente y futuro.
La memoria también contribuye a mantener la conciencia en alto.
11 marzo 2012
Breve reseña histórica de los movimientos por el desarrollo de Aysén
Antropólogo social
(leído en Seminario organizado por CODESA para celebrar sus 20 años como ONG de desarrollo en la región de Aysén, 2010)
Cuando recibí la invitación de Patricio Segura, actual presidente de la Corporación CODESA, (de la que soy socio desde 2003) para elaborar una presentación sobre la historia de los movimientos ciudadanos por el desarrollo regional, acepté entusiasmado lo que se visualizaba como un interesante desafío.
¡Ahora que estoy trabajando en esta reseña, me doy cuenta de lo difícil que resulta la tarea!
- Difícil en primer lugar, porque el concepto mismo de ciudadano/a tiene diversas interpretaciones, que harían necesario un escrito especial para analizar su aplicación en nuestra región.
- En segundo término porque no se ha hecho un trabajo historiográfico sobre los movimientos sociales que han surgido y participado de la construcción de la sociedad aysenina. Si ese trabajo existe y no lo conocemos, pedimos a sus autores que lo difundan prontamente.
- En tercer lugar porque hablar de movimiento social supone una sociedad dinámica, conciente de sus capacidades para intervenir en los procesos socioculturales que van modelando el devenir de esa misma sociedad. Sumado a ello, la misma historia regional ha contribuido a dificultar una comprensión del desarrollo social y económico desde la perspectiva de la ciudadanía, debido a que ha primado un enfoque que describe y explica el desarrollo regional a partir de la intervención del Estado y las grandes empresas económicas como “pensadores” y motores de dicho desarrollo.
Las dificultades mencionadas nos obligan entonces a plantear esta reseña como un avance preliminar y lleno de baches o vacíos de información. Valga esta advertencia como una invitación a todos quienes se interesan por investigar el devenir histórico social de nuestra región.
El desarrollo de un territorio, tal como en general se lo entiende en la actualidad, implica una mejora progresiva de las condiciones generales de vida de la población que lo habita, haciendo uso de los recursos naturales, las capacidades socioproductivas y la normativa o regulación que sus miembros se han dado o aceptan les de el Estado al que pertenece el territorio.
Ahora bien, cuáles son las condiciones generales de vida que deben mejorar y qué mecanismos o procesos permitirían lograr esa mejora aparecen como dos interrogantes que marcan los modelos de desarrollo que una sociedad define para si misma o debe aceptar cuando proviene de la entidad supralocal que la administra.
Para el caso de la región de Aysén estas interrogantes (sumadas por supuesto a muchas otras) han sido claves al momento de instituir procesos de desarrollo y sostenerlos en el tiempo. La historiografía nos ha entregado elementos para comprender que la región ha sido un área marginal para el país y también para el área patagónica binacional. Esta condición de margen, la ha dejado a merced de dinámicas de dependencia antes que de autonomía y autogestión de su desarrollo, pese a que en el principio del poblamiento, hubo necesidad de organizar procesos de este tipo con el fin de generar las condiciones básicas de subsistencia.
Los habitantes de Aysén han intentado responder por medio de diversas estrategias sociales, políticas y culturales, buscando no tanto la autonomía definitiva –tal vez porque no había tenido, ni tiene ahora recursos naturales bajo control regional que les permitan negociar accesos y distribución de la riqueza real o potencial- sino más bien un lugar digno y visible en el concierto económico social de la nación.
Dichas estrategias aparecen como avances y retrocesos de un movimiento ciudadano regional o regionalista[1], que no ha logrado aún consolidarse.
Los colonos libres de Aysén Continental: primeros atisbos de un movimiento por el desarrollo regional
Al releer el relato historiográfico de la región podemos darnos cuenta que el movimiento colonizador protagonizado por las familias chilenas que comienzan a llegar a inicios del siglo pasado permitirá el surgimiento de una primera propuesta de desarrollo desde la comunidad pobladora, propuesta que será pensada y divulgada por varios pobladores del valle Simpson, a partir de 1913 tanto en la prensa de Puerto Montt como directamente a las autoridades nacionales mediante oficios y solicitudes.
Aquellos primeros pobladores, habitantes reflexivos y visionarios, no desconocían la abundancia de recursos naturales existentes en el territorio, es más la consideraban como base para un poblamiento amplio y orientado a familias chilenas que quisieran surgir mediante su trabajo y esfuerzo. Del mismo modo, estos pobladores consideraban que las grandes explotaciones ganaderas, ejemplos de un modelo de desarrollo exclusivamente economicista, del que unos pocos se beneficiaban, no debía seguir siendo apoyado por el Estado. Muchas fueron las cartas escritas a las autoridades solicitando apoyo para las pequeñas explotaciones ganaderas, forestales, agrícolas o mixtas que probaban suerte en los valles Simpson y el lago Buenos Aires (actual general Carrera). Pienso por ejemplo, en la solicitud de Sebastián Montilla para emprender una explotación forestal en la ribera norte del lago Buenos Aires, hacia 1915. O las solicitudes de reconocimiento del empeño poblador que surgieron desde ambos territorios entre 1914 y 198. Escasas y casi siempre violentas las respuestas que recibieron.
Hacia 1920, el Ingeniero José Pomar reconocía que el mejor modelo de poblamiento y desarrollo para el territorio era el de la colonización particular como la denominó, pues aseguraba que cada familia propietaria trabajara su predio y con el apoyo estatal (caminos, puertos, administración) para sacar sus productos al comercio nacional, se aseguraba la incorporación del área a la vida política, económica y cultural de la nación. Y hacia esa opción de desarrollo del área se orientaron sus sugerencias a las autoridades de la época.
Esta propuesta de desarrollo levantada por los pobladores mencionados, se plasmó por ejemplo en la fundación de un poblado, Balmaceda, el que debería convertirse en el tiempo en centro dinamizador del territorio.
Sabemos que otra fue la historia, pues tanto el Estado como la misma Compañía Ganadera que explotaba vastas zonas de la cuenca del río Aysén, orientaron el surgimiento de los poblados de Puerto Aysén y Coyhaique, manteniendo el control de las dinámicas sociales y productivas de la época.
Paralelamente otras zonas del extenso Aysén, se iban poblando lentamente y en ellas se reproducían los mismos conflictos y limitaciones al poblamiento particular.
Llega el Estado: se crea la Provincia de Aysén
Con la instalación efectiva y definitiva del Estado nacional en el territorio hacia la década del treinta del siglo pasado, las dos principales localidades vivirán el primer gran cambio en la dinámica social, económica y cultural: comienza a llegar y quedarse un contingente de personas y familias cuya experiencia de vida en el Chile en desarrollo intentará ser replicada en estas tierras aisladas.
Aquello que los primeros pobladores demandaban, la presencia del Estado, la creación de una provincia independiente dados sus grandes recursos económicos y el creciente poblamiento, comenzaba a ser una realidad.
Por la misma época se inicia el proceso de formación de organizaciones sociales, culturales, de beneficencia y productivas, cuyos objetivos fueron contribuir desde los diversos sectores del quehacer ciudadano, al desenvolvimiento de la naciente provincia de Aysén.
Mencionaremos tres hitos clave de este movimiento organizacional[2] de la primera época de Aysén que nos muestran además ejemplos en un espectro amplio de perspectivas ciudadanas.
- El primero es el Club Internacional Balmaceda fundado en 1928, como un espacio de ayuda mutua para los pobladores del territorio en los diversos aspectos de la vida, no sólo el productivo.
- El segundo lo constituyen las organizaciones de comerciantes surgidas hacia fines de los años treinta en Puerto Aysén, la Asociación de Comerciantes y Productores y la Cámara de Comercio Minorista, ambas expresión del creciente dinamismo de dicho Puerto.
- El tercero, que surge hacia 1941 es OGANA, una organización gremial de carácter productivo que buscará mejorar las condiciones comerciales y de producción para la ganadería regional en general y para sus asociados en particular. Pero también OGANA se ocuparía de promover entre los pobladores el sentimiento de pertenencia a la nación chilena.
Así, vieron sus frutos algunas de las ideas planteadas por esa incipiente comunidad aysenina: vías de comunicación, educación para los niños, organización de la propiedad, abastecimiento y consolidación de la economía a través de la ganadería y el comercio principalmente y la explotación de otros recursos naturales.
A fines de la primera mitad del siglo XX verá surgir en el país un proceso de desarrollo hacia dentro, al aplicarse el modelo de sustitución de importaciones. En Aisén aquello significará un vuelco hacia la explotación de recursos naturales, tanto en el litoral (surgimiento de plantas conserveras por ejemplo) como en el área continental (un nuevo impulso a la ganadería, la explotación forestal y la minería a gran escala con la Compañía Minera Aysén). Mientras las localidades más dinámicas se van consolidando, otras comienzan a declinar y algunas más se van conformando lentamente en ambos espacios.
Sin embargo, los problemas consuetudinarios del territorio si así podemos llamarlos, seguían sin una solución definitiva y todos los esfuerzos resultaban pocos para resolverlos: la estructuración de una red caminera en el área continental que permitiera la comunicación entre las diversas localidades y dinamizara además la producción de todo tipo que en ellas se realizaba; la deficiente organización administrativa que centralizaba su accionar en Puerto Aysén; el mejoramiento de la educación y la salud de la población; la deficiente legislación de tierras.
¿Llega la modernidad?
Martinic propone en su libro De la Trapananda al Aysen, que la segunda mitad del siglo pasado será el periodo en que la modernidad se instala en la región por medio principalmente de la acción de los diversos gobiernos que rigieron al país.
El primero de ellos, el de Jorge Alesandri (1958-1964), hará fuertes inversiones para afrontar los problemas descritos más arriba. En este proceso será clave la intervención de CORFO, entidad estatal creada para fomentar la producción nacional a lo largo del país. En la provincia, los recursos serán destinados principalmente a la agroganadería, la minería y en menor medida a la industria. Pero también dicho gobierno invertirá en infraestructura de comunicaciones (caminos, aeródromos), salud (hospitales y postas), educación (más escuelas a lo largo y ancho del territorio y el surgimiento de liceos). En todo este proceso, la participación de la ciudadanía regional, cada vez más influida por el sistema político partidista de la época será importante, más no central. Pienso que se produce en la ciudadanía regional un vuelco hacia dentro, surgiendo así organizaciones sociales de objetivos más específicos y locales, tanto en el espacio rural como en el urbano. Surgen juntas de adelanto, las primeras organizaciones vecinales, los primeros grupos de campesinos. Tal vez sea en este momento cuando comienza a surgir también con verdadera fuerza la necesidad de autorepresentarse políticamente ante el Estado. Será creciente el interés por pelear un cupo representacional en el poder legislativo, lo que finalmente se concretará durante la administración del gobierno de Frei Montalvo (1964-1970).
Durante este periodo cambia la orientación productivista y de fomento de la empresa privada principalmente hacia un proyecto de desarrollo económico social de corte cooperativista. En la región ello se reflejará en el fuerte apoyo de la administración estatal a la conformación de organizaciones sociales rurales y urbanas que propendan al desarrollo local integral. Surgirán los comités campesinos por todo el territorio, profundizando la reforma agraria que había ya dado sus primeros pasos en la anterior administración. Surgirán también organizaciones de mujeres, se fortalecerán las organizaciones vecinales en las localidades principales. En suma, se producirá una diversificación de la participación social que se verá acrecentada en el corto periodo gubernativo de Allende.
Fin de siglo: hacia una propuesta ciudadana para el desarrollo de Aysén
Sin embargo, las perspectivas de desarrollo económico productivo seguirán siendo materia de Estado y muy pocos serán los ciudadanos que logren intervenir en este ámbito. La situación se mantendrá hasta mediados de los años ochenta, periodo de gran efervescencia social en el país, pues las fuerzas democráticas del país habían logrado recomponerse con el fin de lograr por la vía política dar fin al gobierno militar que se instituyó en 1973, tras el golpe de estado propinado a Salvador Allende. En Aysén y bajo el alero de la Iglesia Católica había surgido a principios de aquella década una Fundación que comenzó a apoyar el desarrollo de las comunidades rurales de la región. FUNDA se convertirá desde ese momento en un espacio de democratización y recomposición del tejido social aysenino. A esta entidad le seguirán en 1986, FUNDESA, que se forma con profesionales descontentos del giro conservador que le da a la iglesia y a la labor de FUNDA, el obispo de esa época; y Codesa, organización que se forma a partir de la confluencia de distintos actores de la sociedad coyhaiquina principalmente (empresarios, políticos, dirigentes sociales) con el fin de discutir un desarrollo para la región bajo la premisa de un modelo político social democrático.
La conquista de la democracia en el país, abrirá nuevas perspectivas para el desarrollo regional, pero también nuevas trabas y sorpresas heredadas de la administración militar, donde se permitió entre otras cosas que los principales recursos naturales de la región pasaran, por distintos mecanismos legales y comerciales, a manos de privados.
Para esta época algunos actores de la sociedad aysenina, comienzan a plantear que el desarrollo de la región ya no sólo depende de su dinámica interna y la relación con el país, sino que además debe relacionarse definitivamente con la realidad planetaria. Las importantes reservas de agua de la región, las condiciones de pristinidad de gran parte del territorio, la aún poca población, son todos factores para plantearse un modelo de desarrollo distinto, sustentable, que podría ser ejemplo a nivel mundial. Esta perspectiva, muy desarrollada por el movimiento ecologista nacional e internacional, ha logrado penetrar en la sociedad regional, significando con ello confrontar a la propuesta de desarrollo clásica que había regido en la región: la modernización tal como había sido experimentada en el resto del país y las naciones desarrolladas.
Tenemos entonces que hoy en día se levantan dos propuestas de desarrollo en Aysén:
· Una que propone la explotación sistemática e irracional –pese a esgrimir racionalidad económica en su defensa- de todos los recursos actuales y potenciales que posee el territorio.
· Y otra que propone que esos mismos recursos –no todos por cierto- se exploten con una perspectiva de largo plazo, que no privilegie el enriquecimiento de pocos sobre el mejoramiento de la calidad de vida de toda una región en su conjunto. Pero esta segunda perspectiva no logrará imponerse si la misma ciudadanía no busca recuperar el control de las riquezas de la región.
Agradecimientos
Agradezco los comentarios y correcciones al texto que hicieron Enrique Martínez Saavedra y Patricio Segura Ortiz.
A mi familia. Eugenia por escuchar mis reflexiones y proponerme nuevas ideas respecto a cómo abordar la historia social de la región. A mis tres hijas. Sus vidas dan sentido a todo.