Hoy 17 de marzo, se cumplen 81 años de la muerte de tres kawésqar en Puerto Bajo Pisagua, a consecuencia de los disparos efectuados por dos empleados de la Estancia Posadas, Hobbs & Cía, cuya administración estaba a cargo de Esteban Lucas Bridges.
La historia de este episodio fue consignada por el mismo Bridges en uno de sus dos documentos inéditos, escrito presumiblemente en los años cuarenta. También se ha conservado una versión oral del suceso, que se ha transmitido de generación en generación entre las familias del Baker. Si bien ambas versiones coinciden en cuanto a que fueron 3 los indígenas muertos por disparos, difieren respecto a las circunstancias en que los hechos se habrían producido. Mientras Bridges afirma que los kawésqar atacaron sorpresivamente con armas de fuego las instalaciones del Puerto, siendo repelidos por los empleados en defensa propia y de los bienes existentes en el lugar; la historia oral afirma que los indígenas se acercaban al Puerto para intercambiar pieles por alimentos y tabaco y en aquella oportunidad, los empleados aburridos ya de sus visitas, les habrían disparado para ahuyentarlos primero y debido a que los kawésqar respondieron también con disparos, los empleados apuntaron a matar.
En el marco de una investigación recientemente finalizada, hemos logrado reconstruir las circunstancias de este trágico suceso, primero comparando el relato de Bridges con algunos relatos orales que han sido publicados (Hartmann 1982, Gómez y Cheuquemán 2004); y luego analizando documentos estatales hallados en el Archivo Nacional de Chile.
De este modo, se ha podido establecer que pese a que ni Bridges ni los testimonios orales consignan el año o fecha exacta en que se produjo este episodio, fue el 17 de marzo de 1931 el día en que murieron por impactos de bala 3 kawésqar, 2 hombres y 1 mujer; que estas tres personas formaban parte de un grupo mayor compuesto de 12 miembros, entre niños, mujeres y hombres, que se desplazaban en 2 canoas junto a sus perros; que este grupo –pensamos que se trata de al menos una familia- llegó al sector de Bajo Pisagua el día 12 o 13 de marzo, armando campamento en las cercanías del puerto y se acercó al muelle para pedir alimentos y tabaco, lo que fue entregado por los empleados. El grupo se retira entonces a su campamento, y luego deciden cambiarlo más al oeste a 3 km del puerto. No volvieron a acercarse a las casas sino hasta el 16 de marzo, día en que dos de los empleados, Lancaster (a la sazón responsable de Bajo Pisagua) y Warrick se embarcan en la lancha de la Estancia para remontar el río Baker y dirigirse a las instalaciones que la Estancia tenía en el sector Colonia. Al advertir la partida de la lancha, los kawésqar deciden volver al puerto a pedir más víveres, lo que fue rechazado por los empleados. Estos últimos declararán después que los indígenas se molestaron y amenazaron por lo que ellos decidieron encerrarse en una de las instalaciones. Los indígenas se retiraron durante la tarde noche a su campamento. El día 17, vuelve el grupo y esta vez los empleados deciden no dejarlos siquiera desembarcar en el muelle. Para ello les gritan que se retiren y por último Macauley decide disparar un tiro al agua para amedrentarlos. Ante el ataque, los indígenas deciden volver al campamento a buscar sus propias armas, 2 de fuego, hachas y arpones. En el campamento se bajan los niños y una mujer, el resto del grupo regresa al puerto en una de las canoas con la intención de enfrentar a los empleados.
Al ver que los kawésqar regresaban, los dos empleados se parapetan en una trinchera que habían improvisado y desde allí vuelven a gritarles que se vayan y vuelven a abrir fuego, el que será respondido por los indígenas. Iniciada la refriega, los empleados -particularmente Macauley- comienzan a disparar buscando hacer blanco. Llega el momento en que tres indígenas se lanzan al río tomados de los bordes de la canoa, los otros se esconden dentro. De este modo, la canoa queda a la deriva llevada por la corriente y ya lejos del alcance de las armas de los empleados de la Estancia, vuelven a abordar la embarcación y se retiran a su campamento.
Cuando Lancaster retorna al puerto (cuatro días después), se entera de lo sucedido y decide volver a La Colonia junto a los empleados involucrados para dar cuenta a la pareja de Carabineros apostada en el lugar. El día 25 de marzo los carabineros Quezada y Navarro se apersonan en el puerto y al ir al campamento de los kawésqar encuentran los cadáveres de dos hombres y una mujer, además de algunos perros y una de las canoas que el grupo dejó abandonados al decidir retirarse del lugar.
Recién un mes después, el 16 de abril de 1931, el prefecto de Carabineros de Puerto Aysén, Onofre Parra, que se encontraba en visita de inspección en el Baker, concurre junto a Bridges al sitio y sólo encuentran uno de los tres cadáveres, el que entierran en el mismo lugar. Los otros dos, según lo escrito por el oficial, habrían sido consumidos por los canes.
El oficial Parra realizó una investigación sumaria desde la que hemos extraído lo antes expuesto. Pero dicha investigación sólo considera los testimonios de una parte de los involucrados, los empleados de la Estancia, su patrón y también los dos carabineros que realizaron la primera visita al sitio. El prefecto no realizó esfuerzos para buscar a los miembros del grupo kawésqar, con el fin de obtener su testimonio, probablemente no consideró importante dicho relato ya que los indígenas eran personas “con absoluta falta de civilización”.
Una de las principales conclusiones del sumario y el dictamen final de la causa, indica que los empleados que mataron a los tres indígenas, no tenían responsabilidad pues actuaron en defensa propia y de los intereses de la Estancia (cuyo valor ascendía a medio millón de pesos de la época según declaración del mismo Bridges), ante la “actitud amenazante” de los kawésqar, que los superaban en número y estaban “enfurecidos como fieras salvajes” según palabras de Parra.
Hoy, los invito a conmemorar este episodio trágico, que costó la vida a miembros de las últimas familias kawésqar que habitaron y recorrieron los canales del sur de Aysén en las cercanías del actual Tortel, en condiciones de sobrevivencia y dependencia de los enclaves occidentales como el de Bajo Pisagua.
Y los invito también a conservar con mucha fuerza la memoria oral y escrita de todos aquellos acontecimientos trágicos donde las relaciones de poder son claramente asimétricas, y la historia tiende a reproducir siempre la versión de los vencedores. Más todavía hoy, que Aysén vive una inflexión histórico-social que está marcando su presente y futuro.
La memoria también contribuye a mantener la conciencia en alto.
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