El viernes santo es aburrido y morboso. La televisión se ensaña en presentarnos la muerte oficial de Jesús, con toda su pompa dramática y debemos recogernos en la reflexión de que su padre lo dejó morir por y para nosotros, para limpiar nuestros pecados, nuestras cagadas, nuestro querido "ser humano".
Prefiero desde niño al "cristo de los gitanos", el que anduvo sobre el mar, el que predicó como lo hacen los profetas, los héroes que desean la revolución ritual que dura toda la(s) vida(s) y no el aburrimiento ritual que dura una semana que nunca es la misma además.
Prefiero desclavar al cristo, incluso dejar de clavarlo en esa cruz del horror, prefiero sus manos imponiendose sobre las cabezas de fieles e incrédulos, prefiero sus manos temblorosas sobre el cuerpo de María Magdalena, prefiero esa "otra historia" de su vida, más apasionada, más cercana, más de dios y de humano.
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