Definitivamente no tenemos nada que envidiarle a nuestra capital nacional. Hoy a las 9:30 el cielo sobre Coyhaique lucía una aureola gris, que hacia el oeste se confundía con la neblina en ascenso proveniente del río Simpson y hacia el este no se confundía con nada pues era simplemente humo acumulado.
Hoy es el segundo día de muerte de Jesús. Todos esperan que resucite, que se levante entre nosotros su poder de vida eterna y que se cierre por fin el ciclo de una nueva festividad religiosa que marca como una llaga más la identidad nacional. No sé si es la herida del costado, inflingida cerca de la cordillera, o se trata de alguna herida sobre los extremos del país, pero es una herida más de identidad que nos delata como depresivos, como gentes ansiosas, deseosas del dolor y la redención simultáneos.
Sabado santo, lápida de sol
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