(Elaborado por Francisco Croxatto)
Cementerio Fachinal, comuna de Chile Chico
[1] Antropólogo, Phd., es actualmente académico de la Universidad Austral de Chile.
II
“Deben visitar los cementerios” -dijo Juan Carlos Skewes[1] alguna vez en una de esas clases de etnografía básica, al encuentro del otro, a la construcción de lo diverso allá afuera. O lo sugirió solamente, como invitando a recorrer el silencio antes de andar por allí preguntándole a los distintos sobre sus vidas, sus imágenes, sus referencias. Pienso en ocasiones que a modo de descanso de la palabra y la pluma, proponía escucharles la disolución bajo un mutismo en diversidad de representaciones.
Yo, más silente aún, me prendé de esa sugerencia: visitar los cementerios para entender en parte la vida de los vivos, la cultura de los que respiran mientras la muerte visita…
Pues la verdad, no lo sé. Sin embargo, allí he estado, en esa inmensa región desconocida, saludando a uno, cinco o decenas de recostados, inmediatamente abro una puerta o desplazo los restos de algún portón en ruinas para ingresar a esas otras ciudadelas ¿habitadas? por cuerpos des/almados.
Me he acostumbrado a saludar, a pedir permiso, a veces incluso a inquirir la identidad de un nombre borroneado o la difusa fecha que pende de una tabla ajada sobre el dintel de alguna tumba-casita.
III
He recorrido poblados y caminos constatando cada seña entregada, cada relato y paradero. Y no he podido visitarlos a todos. “Eso no se puede con una sola vida” -dice un muerto mío antiguo. Allí quedarán tantos dispuestos en parajes solitarios, al costado de la huella, bajo algunas piedras a la usanza indígena.
“Deben visitar los cementerios” -dijo Juan Carlos Skewes[1] alguna vez en una de esas clases de etnografía básica, al encuentro del otro, a la construcción de lo diverso allá afuera. O lo sugirió solamente, como invitando a recorrer el silencio antes de andar por allí preguntándole a los distintos sobre sus vidas, sus imágenes, sus referencias. Pienso en ocasiones que a modo de descanso de la palabra y la pluma, proponía escucharles la disolución bajo un mutismo en diversidad de representaciones.
Yo, más silente aún, me prendé de esa sugerencia: visitar los cementerios para entender en parte la vida de los vivos, la cultura de los que respiran mientras la muerte visita…
Pues la verdad, no lo sé. Sin embargo, allí he estado, en esa inmensa región desconocida, saludando a uno, cinco o decenas de recostados, inmediatamente abro una puerta o desplazo los restos de algún portón en ruinas para ingresar a esas otras ciudadelas ¿habitadas? por cuerpos des/almados.
Me he acostumbrado a saludar, a pedir permiso, a veces incluso a inquirir la identidad de un nombre borroneado o la difusa fecha que pende de una tabla ajada sobre el dintel de alguna tumba-casita.
III
He recorrido poblados y caminos constatando cada seña entregada, cada relato y paradero. Y no he podido visitarlos a todos. “Eso no se puede con una sola vida” -dice un muerto mío antiguo. Allí quedarán tantos dispuestos en parajes solitarios, al costado de la huella, bajo algunas piedras a la usanza indígena.
Cementerio Fachinal, comuna de Chile Chico
[1] Antropólogo, Phd., es actualmente académico de la Universidad Austral de Chile.
3 comentarios:
Hay que escuchar a los muertos. Tienen mucho que decirnos. Un abrazo querido Mauro.
Los muertos están siempre en nuestra memoria, nuestros muertos y aquellos que piden que les acompañemos como sociedad. Si hay que escucharlos quiere decir que no se han ido, que están en nosotros, con nosotros y es porque nosotros los necesitamos para enfrentar la propia muerte
Quien habla de muerte, habla también de vida.
Nada se muere, todo se transforma...
Si he de morir espero que sea en la patagonia que me vio crecer y que sea ahí donde me entierren, debajo de un viejo ñire, para que éste me abrace fuerte con sus raices y se quede con lo mejor de mí...
interesante la investigación que haciste sobre la muerte en estos parajes.
Un saludo desde Madrid
Pancha
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