En
Puerto Montt llovía suavemente hoy. Un viento que no supe de qué
cardinalidad provenía, arrimaba la llovizna sobre los ciudadanos. Era la
última jornada del II Congreso de Escritores organizado por la región
de Los Lagos, con un programa financiado por el Consejo de las Artes y
la Cultura de dicha región. "Volvamos al mar" es el nombre que convoca a
los escritores del Sur Austral chileno. Y este año un segundo nombre
refrenda el territorio y su imaginario: "Suralidad viva".
Fui invitado por Bernardita Hurtado Low a participar como expositor y presentar una ponencia en torno a la idea de territorio sur y compromiso literario. Te agradezco Bernardita la confianza, sobretodo si sólo nos conocíamos -y levemente quizás- en nuestros nombres. En casa tengo tu libro de fotografías históricas de Palena y había escuchado de tí como la poeta de aquellas cordilleras del norte patagónico.
Ante la invitación, me pareció que conversar de las obras de Eleodoro Sanhueza Ramírez, Francisco Muñoz y Julián Vásquez, respondía a la temática de la mesa en la que me tocó participar. Escritores que se plantean con sus obras ante la historia reciente y el presente del territorio y la sociedad de Aysén.
Sanhueza con sus novelas Almas en el Río (Ñire Negro, 2013; 2015) y Sombras en la Lluvia (2016) hace frente al desgarro impune que sufrió Puerto Aysén a fines de los noventa, en las muertes de 12 jóvenes en extrañas circunstancias.
Muñoz, en sus Relatos de Cordillera (Ñire Negro, 2016), interpela nuestras nociones sobre las fronteras internas del Aysen, sugiriendo que esta Patagonia se expande hacia el norte y se funde con Chiloé continental y las islas del archipiélago chilote. Y nos propone adentrarnos en las cordilleras ayseninas, para conocer historias extraordinarias que fluyen en el cotidiano de sus habitantes.
Vásquez, en sus Preguntas por mi Tierra (Ñire Negro, 2009; 2ª edición en prensa), propone la defensa del territorio forjado por sus pobladores, el territorio real y el imaginado.
Tres narrativas que construyen desde sus propias estéticas discursos que remecen a los lectores. Tres autores que son leídos por un gran número de jóvenes, estudiantes de educación básica, media y superior.
De eso hablé ayer jueves por la tarde, retomando reflexiones surgidas de la lectura de cada una de estas obras, para compartirlas en el ruedo de escritores sureños que concurrieron a la cita.
Compartí la mesa con Renato Cárdenas y Jaime Caucau, lo que agradezco igualmente, Aysén, Chiloé y Osorno, conversándose en Puerto Montt.
Compartí con escritores de todos los sures, pero no con todos los escritores. Arisco, receloso e ignorante yo de tantas literaturas, me cerré a veces en el silencio. Es que les temo, porque dicen saber por la palabra, saber por la canónica pisada, saber por el surismo extremo.
Y desde el extremo, el feliz cariño magallánico se abrió paso en estos dos días, el cariño de territorios australes atravesados de viento.
Y desde el extremo, la palabra atada al viento no pudo con la pesada disputa que se alza en el centro surero, disputa que se arrastra y se mastica sin saber uno de qué va el asunto cuando llueve parejo al sur y más al sur sólo tiende a blanquearse el agua en nieves.
Y ya había dejado de llover allá en Puerto Montt, cuando en Balmaceda también. El hogar se me venía como la tarde, más luminoso hoy que ayer.
Fui invitado por Bernardita Hurtado Low a participar como expositor y presentar una ponencia en torno a la idea de territorio sur y compromiso literario. Te agradezco Bernardita la confianza, sobretodo si sólo nos conocíamos -y levemente quizás- en nuestros nombres. En casa tengo tu libro de fotografías históricas de Palena y había escuchado de tí como la poeta de aquellas cordilleras del norte patagónico.
Ante la invitación, me pareció que conversar de las obras de Eleodoro Sanhueza Ramírez, Francisco Muñoz y Julián Vásquez, respondía a la temática de la mesa en la que me tocó participar. Escritores que se plantean con sus obras ante la historia reciente y el presente del territorio y la sociedad de Aysén.
Sanhueza con sus novelas Almas en el Río (Ñire Negro, 2013; 2015) y Sombras en la Lluvia (2016) hace frente al desgarro impune que sufrió Puerto Aysén a fines de los noventa, en las muertes de 12 jóvenes en extrañas circunstancias.
Muñoz, en sus Relatos de Cordillera (Ñire Negro, 2016), interpela nuestras nociones sobre las fronteras internas del Aysen, sugiriendo que esta Patagonia se expande hacia el norte y se funde con Chiloé continental y las islas del archipiélago chilote. Y nos propone adentrarnos en las cordilleras ayseninas, para conocer historias extraordinarias que fluyen en el cotidiano de sus habitantes.
Vásquez, en sus Preguntas por mi Tierra (Ñire Negro, 2009; 2ª edición en prensa), propone la defensa del territorio forjado por sus pobladores, el territorio real y el imaginado.
Tres narrativas que construyen desde sus propias estéticas discursos que remecen a los lectores. Tres autores que son leídos por un gran número de jóvenes, estudiantes de educación básica, media y superior.
De eso hablé ayer jueves por la tarde, retomando reflexiones surgidas de la lectura de cada una de estas obras, para compartirlas en el ruedo de escritores sureños que concurrieron a la cita.
Compartí la mesa con Renato Cárdenas y Jaime Caucau, lo que agradezco igualmente, Aysén, Chiloé y Osorno, conversándose en Puerto Montt.
Compartí con escritores de todos los sures, pero no con todos los escritores. Arisco, receloso e ignorante yo de tantas literaturas, me cerré a veces en el silencio. Es que les temo, porque dicen saber por la palabra, saber por la canónica pisada, saber por el surismo extremo.
Y desde el extremo, el feliz cariño magallánico se abrió paso en estos dos días, el cariño de territorios australes atravesados de viento.
Y desde el extremo, la palabra atada al viento no pudo con la pesada disputa que se alza en el centro surero, disputa que se arrastra y se mastica sin saber uno de qué va el asunto cuando llueve parejo al sur y más al sur sólo tiende a blanquearse el agua en nieves.
Y ya había dejado de llover allá en Puerto Montt, cuando en Balmaceda también. El hogar se me venía como la tarde, más luminoso hoy que ayer.
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