Para 2009 el FNDR Cultural implementado por el Gobierno Regional de
Aysén, cumplía 13 años desde que fuera creado allá por 1996. En 2004 este fondo
se organizó como una partida presupuestaria dentro de la glosa del FNDR que
actualmente asciende –o debería hacerlo- al 2% del total de dicho Fondo.
Pero el “Fondo Cultural Regional” (como se le conoció coloquialmente en
sus inicios), tiene una trayectoria mucho más larga y es este proceso el que
nos interesa describir y analizar. Para ello debemos remontarnos a la primera
mitad de la década de los noventa del siglo pasado, para exponer sus orígenes y
funcionamiento.
El Fondo Cultural Regional, fue creado en el marco de la acción del
denominado “Consejo Regional de la Cultura, las Artes y el Patrimonio de Aysén”,
institución nacida el año 1996 como resultado de la acción de un grupo de
agentes culturales residentes en Coyhaique, capital de la región.
Este Fondo inauguró en
esa década, una nueva etapa en las lógicas de financiación del campo cultural
en la XI región, hasta ese momento sólo dinamizado simbólica y económicamente
por los fondos culturales tradicionales que operaban en el país, como Fondart y
Fondo del Libro[1].
El Fondo Cultural Regional fue ideado como un mecanismo de financiamiento a la
cultura desde los recursos del Estado de decisión regional, provenientes del
FNDR. Con ello se proyectaba un financiamiento de largo plazo para la actividad
cultural de la región que no era financiada por los fondos tradicionales. Pero
además se pretendía financiar el campo cultural con perspectiva regional. Este
modelo de financiamiento cultural se desplegó durante todo el gobierno de
Eduardo Frei Ruiz-Tagle, alcanzando incluso a los inicios del gobierno de
Ricardo Lagos, periodo en el que se revisará y modificará su operatividad.
[1] Con el retorno a la democracia el ámbito de la cultura fue apoyado
económicamente desde distintos sectores del Ejecutivo como la Secretaría de
Comunicaciones de la Presidencia, el Ministerio de Educación, la Subsecretaría
de Desarrollo Regional, entre otros organismos. Consideramos que ello respondió
a una estrategia no sólo económica sino también simbólica, pues el
fortalecimiento del sector cultural -altamente sensible y foco de creación de
contenidos sociales y políticos- aparecía como un eje clave de la
reconstrucción de la democracia en el país.
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