18 enero 2010

No pensé que me afectaría tanto

No pensé que me afectaría tanto esta elección presidencial. Racionalmente el diagnóstico era: más de lo mismo no importara quién saliera electo. Uno estaba entre votar nulo o votar al menos malo. Pero saber ahora que la derecha se instalará en La Moneda, sin asco y más bien orgullosa de haber contribuido a que se la destruyera (ya sé que el edificio es un símbolo y por lo mismo es tan potente) hace 36 años, duele adentro. Duele porque mi historia, como la de muchos es esta: haber sentido al pasar, el aroma de la república chilena. Luego haber crecido en dictadura, sin entender mucho lo que es democracia. Luego, feliz de la democracia, haber madurado sin saber lo que es ser oposición real, esa donde el adversario (o el enemigo) político concretamente piensa y proyecta país totalmente al contrario de lo que tú crees, piensas y proyectas. La incertidumbre es inmensa. La decepción se apoderó incluso de mis sensaciones físicas: letargo, pena, llanto contenido, tensión corporal.
La derecha ha sido electa y el paisito nuestro ha dicho entonces con ese aire de exitismo: démosle una oportunidad a ellos, como si no estuvieran ya con el gran poder económico en sus bolsillos cooptando durante estas dos décadas nuestros sueños, dosificando la democracia y nosotros, complacientes creyendo que estábamos construyendo un país. Nuestro paisito dicta cátedra y será entonces otro flanco para que el imperio pruebe fórmulas para destrozar los proyectos sociales de las naciones hermanas de América Latina.

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