Santiago está incinerándose. Pero a nadie parece preocuparle demasiado. Todo sigue igual, los vehículos transitan, la gente continúa comprando, los subconcientes maduran tal vez la idea del sálvese quien pueda.
El país abierto a la depredación. Abierto por los administradores del retorno a la democracia. En bandejas secas o plagadas de lluvia a la voracidad del capital.
El dinero se reproduce a sí mismo en calle Nueva York.
La tristeza crece como una sombra gruesa detrás del éxito del que todos esperan les llegue un pequeño chorro.
¿Será que el electo armará paquetitos de 4 billetes azules, utilizando lo ganado en dos días de especulación financiera?
¿Será que los derrotados, armarán maletas y prepararán el discurso mendicante en el que todos tenemos que volver a ser los compañeros de antaño. Pidiendo comprensión, insinuando que se dan cuenta finalmente de la ceguera, pero que ahora sí que somos uno ante el adversario?
¿Será que uno podrá ahora sentirse parte de un proyecto de sociedad?
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