09 septiembre 2009

El Baker

Si le arrojo toscas negras

el Baker sólo me sonríe y se las traga.

Unos remolinos antiguos sobre su lomo turquesa

juegan a reflejar bosquetes.


Si camino a su lado, trato de emular

la calma

de su viaje hacia la sal.

El Baker se tiende ante la ambigüedad del cielo,

rumorea una historia rizada mientras

juguetea

con enormes troncos

que parecen palillos viejos

de una abuela que ya no teje,

pero sigue con la vista pegada a la ventana.

Afuera, el inexorable cambio de todo lo conocido.


Lágrimas alimentan al Baker entonces

lágrimas que ya no encuentran pañuelos bordados

que ya no encuentran consuelo bordado al agua

de río tranquilo


El gigante aniñado se retuerce

y arriba, ya no cóndores buscando la víscera

helicópteros sí, bajando el ojo experto

para posar la herida total

en el río niño

en el gigante río niño.

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