Al abuelo Simón Quñinao, lo conocí en 1992.
Me habló el abuelo Simón en mapudungún
o mapuzungún y no comprendí nada de lo que decía
Cantó para nosotros el abuelo
como si cantara con el amor completo
a su esposa muerta hacía años
Cantó -les digo- y no le entendí nada
más que su ritmo permanente y tranquilo
Nos dio de comer el abuelo Simón:
porotos, carne, sopaipillas y sopa,
siempre tranquilo, sonriendo ante el encuentro
con nosotros, otros imberbes asombrados de su
alteridad
Su foto me acompaña sobre la mesa de las imágenes
y la memoria, su foto de anciano tierno,
junto a dos enormes bueyes que aletargados esperan
nuestra partida, dolidos apenas por arrancarles ese último
instante de otredad
El abuelo Simón tal vez está desde hace años en el wenu mapu
pero yo le siento siempre el ritmo permanente y tranquilo
yo le escucho
y me susurra que su vida fue así, simplecita y suave
como el agua que escurría por la bella acequia que regaba
la esperanza de la comunidad Collico Bajo.
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