Ayer se estrenó una serie chilena muy publicitada en Chile: Recta Provincia del director Raúl Ruiz. Pero la publicidad parecía/padecía de un esfuerzo sobrehumano de parte de TVN por posicionar a Raúl Ruiz o más bien celebrar que tengamos todos una serie dirigida por este gran director chileno radicado en Francia. "Deben convencerse chilenos, Raúl Ruiz nos ha regalado este trabajo", parecía ser el eslogan subliminal. A pesar de esa no tan feliz promoción a mi juicio, esperé con ansias el estreno de la serie. Puteé a Santiago Pavlovic, porque como nunca su Informe Especial seguía y seguía. ¡Qué me importaban unos minutos más o menos de morbo sobre los campamentos y la discriminación social! Quería ver Recta Provincia, quería comprobar si Ruiz lograba la atmósfera que yo mismo respiré tan pocas veces al visitar la casa viaje de mi abuela en Colchagua. Quería saber si las historias de vivos y de ánimas eran similares a las que alguna vez escuché en noches de velas amargas.
Y ya con el frío calado en mis pies, me arrimé al sillón, luego me levanté, luego me volví a sentar y Recta Provincia no aparecía. Cambié de canal y vi a un preocupado Bruce Willis pensando en su mujer mientras las balas arrasaban una habitación de aeropuerto sin hacerle daño alguno.
Volví al canal de todos y de nadie y ¡ahí estaba la serie, el estreno! había comenzado todo para mí! Rosalba, Paulino, la higuera, el jardín, la lluvia y la sequedad juntas, las ánimas jugando, bailando, llorando. Era esa misma atmósfera de infancia, era ese mismo olor que se escapaba de la pantalla o de mi cabeza o de mi nariz. Paulino era Hernancito, el diablillo era mi abuelo. Rosalba, mi abuela o la vecina vieja del callejón Los Sauces. Era ese Chile antiguo, que levita entre nosotros que nos creemos sumergidos en la vorágine de la modernidad.
Recta Provincia es una hermosa serie chilena. Raúl Ruiz es un hermoso chileno, viviendo hace más de 30 años en Francia.
Todos los lunes , parece a eso de las 23:15 o si Pavlovic huevea, más allá de las 23:30