(Publicado originalmente en El Divisadero, noviembre 2014)
Nuevos y desconocidos antecedentes hallados el 2013 en el Archivo Nacional
del país han impulsado al investigador Mauricio Osorio Pefaur a revisar en
profundidad el contexto y la sucesión de acontecimientos que llevaron a la tragedia
obrera de Bajo Pisagua, en la desembocadura de río Baker, en el invierno de
1906. Allí murieron más de 50 trabajadores chilotes, los que fueron sepultados
en lo que hoy conocemos como cementerio Isla de los Muertos, Monumento Nacional
de nuestra región.
En la edición de septiembre de nuestro suplemento presentamos un detallado
reportaje sobre lo que hasta el año 2000 se conocía de este misterioso
cementerio. En esta edición presentamos los datos más relevantes que se han
dado a conocer en charlas, crónicas y artículos de internet desde septiembre de
2013 a la fecha. Pero primero revisaremos los trabajos posteriores a la
investigación arqueológica de Francisco Mena y su equipo.
La historia comienza a develarse
Después del estudio arqueológico realizado en 1998 que a partir de la exhumación de una tumba, permitió comprobar la existencia de un ataúd cuidadosamente elaborado, la investigadora regional Danka Ivanoff Wellmann publicó su libro “Caleta Tortel y su Isla de los Muertos” (2000), donde dio a conocer el testimonio escrito de uno de los protagonistas de lo sucedido en 1906 en Bajo Pisagua, el inglés William Norris, administrador en terreno de las faenas de la Compañía Explotadora del Baker. Norris escribió desde el lugar de los hechos, una carta a un tío relatando lo que estaba sufriendo junto a los obreros a su cargo. Dicho testimonio describió de manera vívida el trance de más de 200 trabajadores, ante el que según Norris, 57 sucumbieron y debieron ser sepultados en la zona. El mismo Norris relató a su tío que un barco llegó al lugar a rescatarlos, llevándolos a Chiloé.
Ivanoff también dio a conocer una entrevista realizada por Antonio Soto a un sobreviviente, quien dio otros antecedentes de lo acontecido en el Baker. Con esta información, la historia de Isla de los Muertos comenzó a develarse, aunque las causas de la tragedia vivida por los trabajadores todavía no son claras.
Pero el antropólogo social Mauricio
Osorio cree que la verdad sobre lo acontecido en la desembocadura del río Baker
el invierno de 1906 puede ser descubierta, descorriendo así el misterio que
envuelve a la Isla de los Muertos, el cementerio que hoy es testimonio de una
tragedia que enlutó a tantas familias chilotas a principios del siglo XX. Los antecedentes
hallados en julio de 2013 son muy relevantes a juicio del investigador
porque al igual que la carta de Norris, están fechados en la misma época en que
ocurrió la tragedia; además, corresponden a crónicas de prensa escrita de
Puerto Montt y Chiloé.
Las denuncias que hizo la prensa sobre la tragedia de Bajo Pisagua
Según la investigación de Osorio, la primera denuncia contra la Compañía Explotadora del Baker, se publicó el 11 de septiembre de 1906 en el periódico La Alianza Liberal de Puerto Montt. En ella se acusaba a la empresa de abandonar a los trabajadores en el Baker, además de otros denuncios. En esa nota se entregaron también los nombres de algunos trabajadores originarios de Puerto Montt.
Durante las siguientes semanas fueron apareciendo otras crónicas –muchas de
ellas breves- que informaron sobre este abandono. Todas coincidían en que eran
más de 200 los trabajadores dejados a su suerte.
A fines de septiembre los sobrevivientes fueron recogidos por un vapor
proveniente de Punta Arenas, de nombre “Araucanía”, propiedad de la firma Braun
y Blanchard. Según la prensa el barco rescató entre 150 y 160 personas, de las
cuales murieron unas pocas camino a Chiloé.
Osorio escribe en su blog (www.miradaintrusa.blogspot.com) que el 11 de octubre de 1906,
el periódico La Alianza Liberal publicó una lista con los nombres de los 59
trabajadores chilotes que habrían muerto en el Baker. Ese listado consigna también el día de la muerte
de cada obrero. Todo se inicio con el fallecimiento de Santiago Barrientos el
07 de julio. Al momento en que llegó el vapor Araucanía, el 26 de septiembre de
1906, en un viaje contratado para retirar a los obreros, habían muerto Juan Antonio Muñoz y Pedro Bórquez.
Una
vez embarcados los sobrevivientes, el "Araucanía" emprendió viaje al
Norte lo más rápido posible y el 01 de octubre recalaba en Achao donde bajaron algunos
trabajadores. Luego se dirigió a Dalcahue donde desembarcó la mayoría que era
de los alrededores. Luego siguió viaje a Ancud, puerto en el que la nave fue
sometida a una desinfección profunda, para no dejar rastros de la enfermedad
que los obreros pudiesen haber portado.
Las denuncias de la tragedia
llegaron al Congreso Nacional
Lo que la prensa sureña publicó, sobre todo lo que apareció en La Alianza
Liberal, llegó a oídos de algunos senadores de la República, escribe Osorio, y
éstos exigieron explicaciones al Gobierno. A raíz de esto la empresa tuvo que
dar su versión de los hechos indicando que la muerte de los obreros no había
sido por abandono o hambre, sino por un brote de escorbuto aparecido
repentinamente. La nota fue firmada por el gerente de la Compañía Explotadora
del Baker, Julio Subercaseaux, quien aseguraba que el gerente en terreno
Florencio Tornero, estuvo en Baker entre abril y julio de 1906 junto a Julio
Vicuña Subercaseaux y habían dejado allá “gran cantidad de alimento”.
Verdad y reparación histórica
La investigación de Osorio ha logrado avanzar sobre la comprensión de los
hechos que desencadenaron la tragedia de Bajo Pisagua, devela a los
responsables -los propietarios de la Compañía explotadora del Baker que, contrariamente a lo planteado por Martinic (1977, 2005), no serían capitales magallánicos, sino de Valparaíso y Santiago, con Julio Subercaseaux Browne a la cabeza-; reivindica a las víctimas y también permite que familias
descendientes de los trabajadores puedan por fin conocer qué ocurrió con sus
familiares. Ya son 5 las familias contactadas y que han reconocido familiares
en la lista encontrada.
Aparte de la investigación y la pronta aparición de un libro con los
resultados, una de la principales acciones que se están organizando es un Acto
de Memoria para reivindicar a los trabajadores muertos en el Baker. “Hoy
conocemos sus nombres, sabemos que hay familiares y por ello nos parece que
debemos rescatar del anonimato las tumbas de isla de los Muertos. Aunque sería
muy difícil asignar cada nombre a la tumba correspondiente, al menos podremos
construir un Memorial en la Isla donde estén todos los nombres de los
trabajadores. Invitamos a las comunidades de Aysén y Chiloé a hacerse parte de
este proceso, que reivindicará a las víctimas de un luctuoso hecho de nuestra
historia”, concluye Osorio.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario