He dedicado años, restos de luzazul,
noches
intransitables
madrugadas
a la
limpieza de mis plumas
Pero se han
tornado ordinarias
con un tono
hueco de aceite quemado
y un aroma
de profundidades y cavernas
Húmedo.
Un aroma
fresco de material podrido.
Esas miles
de barbillas sujetas a mi espalda
no sé
moverlas y si observo
el vuelo de
aves, moscas o murciélagos,
no sé
moverlas
Temo que
nada será suficiente para alzar el vuelo
pesan los
cañones enterrados en la piel
y ni toda
el agua hervida,
la
hediondez
ni todas
las llamas
el incendio
de mi espalda
dará
sentido a la memoria
(De Quemar las Alas, 2009-2015)
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