21 septiembre 2008

Domingo

Domingo, noche ya. El estómago lleno, después de un almuerzo decoroso fuera de casa. Un almuerzo de familia, de tú y yo y las niñas jugando más allá. De restaurant histórico, semi colmado o semi vacío. Un almuerzo contundente, donde las papas fritas caras fueron demasiadas y las cominos a manos llenas, riendo como hace años ¿como siempre? Afuera un sol que acariciaba y a la vez -oh conciencia lascerante- nos mortificaba las moléculas con sus agujas infectadas de UV. Domingo como hace tiempo no te dedicaba, no me dedicaba. Pero mi dolor está aún en el centro, apretujando el alma, dolor cariñoso, innecesario y mío.
Domingo, noche ya y las ganas de escribir, se encienden como buenas astillas arrancadas de la tabla más vieja de la casa. Se encienden y se consumen en una pasada. El humo calientito se mantiene por unos segundos más y luego todo vuelve a la normalidad del frío.

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