Estaba nuevamente a las ocho y treinta de la mañana frente a la puerta del correo. Era la tercera vez que volvía a esa oficina. Estaba cansado y ansioso, no quería pensar que la fatalidad nuevamente lo perseguía. Apenas se abrieron las grandes hojas de la puerta, Calixto ingresó dispuesto a quedarse toda la mañana si era necesario, hasta que encontraran lo que debía haber llegado antes de ayer. El interior de la vieja oficina conservaba ese olor a humedad que tienen las construcciones en esa parte del país.
El encargado, un vejete de aspecto amable, le saludó algo avergonzado. Calixto perdía ya la paciencia, dos días y el bulto no había aparecido. Pensó interponer un reclamo por el retraso, pues la empresa debía cumplir estrictamente con los siete días en la entrega de correspondencia como decían los carteles pegados en todas las oficinas del país: “SU CORRESPONDENCIA EN 7 DÍAS! ES UNA PROMESA DE LA EMPRESA DE CORREOS”. Y ya iban nueve.
El paquete estaba debajo de toda la correspondencia de la semana. Por eso el encargado del correo no había podido encontrarlo todavía.
-Discúlpeme señor, dijo el encargado. Es que en estos días suelen haber inconvenientes, usted sabe, se celebra el aniversario del pueblo y llegan saludos de todos lados. ¡Mire! Aquí está su paquete, sin ningún rasguño.
Al ver la caja, olvidó completamente su molestia. Su rostro se tornó tierno y algo triste.
-Son mil quinientos pesos señor-.
Introdujo la mano en el bolsillo de la camisa y sacó dos billetes arrugados que depositó sobre el mesón sin prestar mucha atención al funcionario que le seguía hablando. Tomó delicadamente el paquete, acariciándolo con la mirada. Desprendió el papel donde figuraban los nombres de remitente y destinatario y en su lugar colocó una nueva hoja sobre la que escribió con prolijidad los datos necesarios para enviar la caja, esta vez especificando la fecha en que lo enviaría, para así poder reclamar si el servicio demoraba nuevamente cuando fuese a retirarlo.
El encargado, un vejete de aspecto amable, le saludó algo avergonzado. Calixto perdía ya la paciencia, dos días y el bulto no había aparecido. Pensó interponer un reclamo por el retraso, pues la empresa debía cumplir estrictamente con los siete días en la entrega de correspondencia como decían los carteles pegados en todas las oficinas del país: “SU CORRESPONDENCIA EN 7 DÍAS! ES UNA PROMESA DE LA EMPRESA DE CORREOS”. Y ya iban nueve.
El paquete estaba debajo de toda la correspondencia de la semana. Por eso el encargado del correo no había podido encontrarlo todavía.
-Discúlpeme señor, dijo el encargado. Es que en estos días suelen haber inconvenientes, usted sabe, se celebra el aniversario del pueblo y llegan saludos de todos lados. ¡Mire! Aquí está su paquete, sin ningún rasguño.
Al ver la caja, olvidó completamente su molestia. Su rostro se tornó tierno y algo triste.
-Son mil quinientos pesos señor-.
Introdujo la mano en el bolsillo de la camisa y sacó dos billetes arrugados que depositó sobre el mesón sin prestar mucha atención al funcionario que le seguía hablando. Tomó delicadamente el paquete, acariciándolo con la mirada. Desprendió el papel donde figuraban los nombres de remitente y destinatario y en su lugar colocó una nueva hoja sobre la que escribió con prolijidad los datos necesarios para enviar la caja, esta vez especificando la fecha en que lo enviaría, para así poder reclamar si el servicio demoraba nuevamente cuando fuese a retirarlo.
4 comentarios:
Hola Mauricio, un cordial saludo.
Gracias por la visita, no hay inconveniente en que dispongas de la foto de Puerto Tranquilo, y si tenemos alguna animita en foto.
Vemos como te las mando, o mejor las cuelgo en nuestro blog.
Por cierto ya había visitado tu blog, te felicito.
Sigamos en contacto
Gracias Guanaco, de verdad. Para mí es muy importante seguir trabajando en el patrimonio funerario, porque es memoria de nuestros antepasados, no sólo la familia, también la humanidad inmensa que ha poblado estas tierras antes que nosotros.
Un abrazo.
Genial, simplemente genial!!
Hola Mauricio, gracias a tí por la labor. Nos honra tu petición. Coihaique...tanto nos une a tu tierra.
Tengo una imagen de una animita camino del Jeinimeni que mañana colgaré en el Guanaco.
Un abrazo.
Pamela, cuatro besos.
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